Editorial


El ruido tendrá su mapa

En Cartagena de Indias ya sabemos que el ruido es una epidemia. Además de los ruidos urbanos normales de los automotores diversos, aires acondicionados de edificios, y algunas otras fuentes permanentes de ruido, tiene algunos patrones comunes cuando se debe a equipos de sonido.En los barrios, los picós, que ahora sus operadores tratan de llamar apenas “equipos de sonido” para pasar por debajo del radar al tratar de obtener permisos para usarlos en lugares públicos, oprimen a la mayoría de los vecinos, que son sus víctimas inermes. Una minoría bulliciosa, agresiva e intimidante suele rodear los negocios de picós, y si un vecino se queja, pagará las consecuencias, que pueden ir desde los insultos hasta las golpizas y lesiones personales.
También hay otro fenómeno que florece con la misma impunidad del mototaxismo: las tiendas y estancos que no solo venden licor –para lo que sí tienen licencia- sino que estimulan que sea consumido en sus alrededores, usualmente sobre el espacio público, con música a volumen alto incluida, convirtiendo el negocio en un bar callejero ilegal, pero tan próspero como impune. Los clientes consumen alcohol y después salen al volante de sus vehículos.
Este caso no solo se da en barrios marginales, sino en algunos como Manga y Pie de La Popa, donde estos establecimientos violan todas las normas a pesar del policía comunitario y de la cuadrícula que se supone que debe ocupar, conocer y patrullar. Estos negocios parecen tener el don de ser invisibles e imperceptibles para muchos de estos agentes del orden, aunque no para la comunidad que tiene que sufrirlos.
Como no hay constancia para ejercer la poca autoridad que se despliega de vez en cuando, el respeto, el escarmiento ni el escarnio público hacen parte de los paradigmas de los infractores, por lo que estos negocios ilegales de ruido y trago se multiplican de manera geométrica. ¡Siempre hay dinero con el cual beber!
Y por supuesto, otras fuentes de ruido mucho mayores vienen de los eventos en los espacios abiertos, bien sean oficiales, como la Plaza de la Aduana, o privados, como el Patio de Banderas del Centro de Convenciones, o como el baluarte de la avenida del Arsenal, entre varios otros, incluyendo los barcos turísticos que surcan la bahía con sus equipos puestos a todo volumen. No basta el argumento de que tienen “todos los papeles en regla”, porque la regla válida no debería ser el formalismo de los trámites, sino la certeza de no molestar a nadie.
Por eso es importante el “mapa de ruido” que está a punto de elaborar el Establecimiento Público Ambiental (EPA), que lo medirá en 200 puntos de cada una de las 3 localidades de Cartagena durante unos 30 días. Es decir, tomará 600 muestras de ruido, siguiendo los requisitos de la Resolución 0627 de 2006 de Minambiente. Así el EPA elaborará una línea base con la cual podrá saber su progreso, o el mayor deterioro del ambiente.
Ojalá que EPA tenga los recursos y el acompañamiento necesario de las demás autoridades, para torcerle el cuello al ruido en Cartagena.

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