Editorial


El Salado, o la importancia de una vía

Saber que se usarán las vías para llegar a la casa es un privilegio que muchos dan por hecho. En El Salado, corregimiento de El Carmen de Bolívar, a 19,5 km de la Troncal de Occidente, sus habitantes no tienen esa garantía mínima de cualquier ser humano y parecen presos en su población, más que ciudadanos libres. La carretera está destrozada por el tráfico pesado de los vehículos de Hocol, compañía nacional que busca hidrocarburos y más específicamente, gas natural.
El viernes pasado, Hocol dio la cara en una reunión organizada por Fundación Semana, a la que también asistieron Invías, Cardique, el contratista de la carretera a El Salado, la interventoría y la comunidad, organizada en una veeduría para la vía. El Universal fue como invitado.
La ausencia de un representante de la Gobernación fue notoria, ya que esta es la entidad territorial con mayor jurisdicción y participación en esta vía, y también la responsable de algunos de sus mayores atrasos. Por una u otra razón burocrática, los trámites para legalizar el contrato se comieron los pocos meses de verano y sol que se debieron aprovechar para arreglar la carretera.
Luego de unas salidas en falso de Hocol, que se repetía sin concretar nada, Germán Beltrán, representante de Cardique, la hizo caer en cuenta de que le correspondía elaborar un plan de choque inmediato, en vez de planes gaseosos para trabajos en el verano. Se acordó una nueva reunión para mañana en El Carmen de Bolívar, donde Hocol presentará su plan de choque y lo coordinará con los demás actores.
La actividad exploratoria de Hocol es deseable para el país y esta es una compañía muy buena. En caso de tener éxito, se incrementa su actividad en beneficio de la nación y de la comunidad que circunda los yacimientos a medida que su actividad produce ingresos.
Es entendible que Hocol sea vista como una alcancía llena de morrocotas en algunas comunidades y que muchos avivatos traten de darle el tramacazo de gracia para sacarle las monedas. También se entiende que la compañía tenga reglas estrictas para que sus fondos no sean malversados, y que sus funcionarios no puedan comprometer inversiones de la compañía a su libre albedrío.
Su responsabilidad social mínima es la de dejar los caminos en iguales o mejores condiciones en que los encontraron y así lo repitieron una y otra vez antier los funcionarios de Hocol. Sin embargo, se les escapó un detalle de responsabilidad social máxima: la comunidad de El Salado y las demás que dependen de esa vía no pueden vivir del aire mientras Hocol daña la carretera, trabaja varios meses, la arregla y se va. Aunque el plan de choque es indispensable, debió prever cómo no volver la carretera intransitable, en vez de conformarse con dañar y arreglar para cumplir. Seguramente asimilará esta experiencia para no repetirla en ninguna otra parte del país.
Lamentablemente, casi todo Bolívar sufre lo indecible con sus caminos y nadie se entera. El Salado no solo es importante en sí mismo, sino que es un espejo del padecimiento de miles de personas que no tienen quien hable por ellas, como sí tienen los “salaeros”.
En esto deberían meditar los candidatos a la Gobernación de Bolívar.


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