Editorial


El tabaco en la encrucijada

Es probable que quede muy poca gente en el mundo que no sepa que el tabaco es pésimo para la salud, es decir, que mata, y a mucha gente. La Organización Mundial de la Salud (OMS), que celebrará el próximo 31 de mayo el día sin tabaco (incitará a que nadie fume cigarrillos durante 24 horas), dice en su página electrónica que en 2020, 10 millones de personas morirían de enfer-medades causadas por el tabaco.
Colombia firmó el Convenio Marco para el Control del Tabaco (CMCT) el 10 de abril de 2008 y se lo ha tomado en serio, al menos en las medidas de prohibir fumar es sitios públicos y en prohibir la publicidad de cigarrillos en ciertos lugares. El CMCT incluye a 173 países más la Unión Europea.
El daño de fumar tabaco es enorme, so-bre todo porque no se limita a los fumado-res directos, sino que también enferma y mata de cáncer de pulmón a los llamados fumadores “pasivos”, es decir, a las vícti-mas que por una u otra razón están obliga-das a aspirar el humo que exhalan los adic-tos al tabaco.
Es por eso que no puede haber ninguna conmiseración para prohibir fumar en los lugares públicos, y debería también incluir ciertos espacios privados para cobijar a las víctimas inocentes en las familias en donde el padre o la madre fuman. 
En palabras de la propia OMS, “El CMCT de la OMS se elaboró en res-puesta a la globalización de la epidemia de tabaco y es un instrumento basado en pruebas científicas que reafirma el dere-cho de todas las personas al goce del gra-do máximo de salud”.
La entidad también dice del Convenio Marco que “es el primer tratado interna-cional negociado con los auspicios de la Organización Mundial de la Salud. Fue adoptado el 21 de mayo de 2003 por la Asamblea Mundial de la Salud y entró en vigor el 27 de febrero de 2005…;El Con-venio representa un hito para la promo-ción de la salud pública y proporciona nuevas perspectivas jurídicas de coopera-ción internacional en materia de salud”.
Hay que aplaudir la decisión del Esta-do colombiano para meterse de lleno a atacar los efectos nocivos del tabaco, aunque en la “trastienda” se percibe un tufillo de hipocresía al permitir que ope-ren en el país los grandes intereses taba-caleros, siempre ávidos de reclutar –léase enviciar con  nicotina- cada día a más de nuestros jóvenes para seguir funcionando en el futuro con adictos garantizados, co-sa que les queda cada día más difícil ha-cer en sus países de origen.
El otro vacío enorme del Estado hacia el tabaco es que no tiene –que sepamos- programas alternativos para los producto-res nacionales, incluyendo a los de Mon-tes de María. Ya todos deberían tener pa-trocinio estatal para sembrar cosechas al-ternativas e ir dejando la del tabaco, no solo porque al matar gente es antiética, sino porque la disminución en la demanda podría terminar de arruinar a estos cam-pesinos en poco tiempo.
El CMCT también debería apoyar a los agricultores tabacaleros, especial-mente los más pobres.

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