Editorial


El trineo de Papá Noel

Hace pocos meses, Hugo Chávez y Rafael Correa se quejaban de que Colombia tenía abandonadas sus fronteras. Tanto, según Correa, que aseguraba que su país limitaba con las Farc y no con nuestro país. Era, por supuesto, parte de la estrategia “bolivariana” para reconocerle beligerancia a esa guerrilla, al asegurar que controlaba territorios, una de las condiciones indispensables para lograr el estatus deseado. Chávez hacía el mismo reclamo sobre las fronteras, pero de labios para afuera, porque la soledad fronteriza le convenía a su estrategia de auxiliar a las Farc sin obstáculos mayores, y de controlar muchos de sus puntos clave. El tratado que permite a los Estados Unidos el uso de siete bases aéreas colombianas ahora produce el efecto contrario. Colombia militariza sus fronteras, pero Chávez lo considera la preparación para la supuesta invasión de su país por parte de Colombia y de los Estados Unidos. Y como padece de incontinencia verbal, y a la vez es adicto a aparecer en las noticias, incurrió en el exabrupto de acusar a los holandeses de estar tras lo mismo: una invasión a Venezuela desde Aruba, isla de Holanda en el Caribe, aledaña a Venezuela. Esta acusación sirvió para desprestigiar al locuaz de Chávez, a quien le quedaban algunas simpatías –aunque disminuidas- entre la gente pensante y progresista de Europa, pero que terminó de desilusionarla con semejante señalamiento a un país pequeño y pacífico, incapaz de pensar en una guerra, y mucho menos en América del Sur. Pero la necesidad de Chávez de estar en las primeras planas, su megalomanía incorregible y paranoia, lo hacen capaz de cualquier despropósito. Las fronteras entre Colombia y Venezuela deben ser unas minas de información para los equipos de espionaje electrónico que seguramente apuntan hacia allá, y que lo harán más y con mayor rigor, lo que debe tener muy inquieto a un Chávez que apoya a las Farc, algunos de cuyos jefes viven tranquilos allá, y más ahora que el venezolano destapó sus cartas y apoya abiertamente reconocerles la beligerancia. El avión espía a control remoto supuestamente detectado por los venezolanos sobre su territorio fue minimizado por el Ministro de Defensa colombiano, Gabriel Silva Luján, quien aseguró que lo confundieron con el trineo de Papá Noel, un dardo contra la vanidad inmensa del mandamás vecino, quien fomenta las opiniones adversas a Colombia para que si nos ataca, parezca una acción justificada. Aunque ladra mucho, podría morder, sobre todo por las ganas que tiene de estrenar sus juguetes bélicos. No se puede subestimar a este vecino mal acompañado y peor intencionado, quien sigue un libreto planificado cuidadosamente desde hace años para dominar América Latina, y su mayor obstáculo hoy es Colombia. Apaciguarlo sería envalentonarlo más, por lo que Colombia tiene que ser firme, pero a la vez prudente, una tarea a veces contradictoria, pero indispensable.

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