Editorial


El vecino incómodo

Las relaciones de Colombia con Ecuador se comienzan a normalizar, mientras que las vicisitudes de Venezuela empeoran el talante pugnaz de su presidente, cuya verborrea arrecia a medida que se le aprieta la situación en su país, cuya mala administración en casi todos los sectores oficiales comienza a surtir efecto, empeorada por El Niño, que sacó a relucir las ineficiencias e imprevisiones energéticas del régimen. La sequía venía provocando apagones esporádicos cada vez más frecuentes, porque la represa principal del país, el embalse del Guri, cuya hidroeléctrica produce 70% de la energía de la nación, está en crisis, la que condujo al presidente Chávez a declarar la “Emergencia Eléctrica” ayer. Chávez no encuentra cómo distraer la atención de los venezolanos, cada vez más desencantados de él, sin que eso quiera decir que se caerá en el futuro inmediato, aunque su gobierno está muy preocupado por las elecciones del 26 de septiembre, en donde necesitan barrer para afianzar más su control sobre la yugular de la democracia venezolana, en vías de extinción. Chávez venía recurriendo a lo que en ciencias políticas se llama la “teoría del enemigo externo”, practicada por Castro durante toda la Revolución Cubana y aún hoy, que consiste en tratar de tener al pueblo convencido de que es inminente una invasión de una potencia extranjera en cualquier momento. Mediante este subterfugio, se intenta subordinar las frustraciones domésticas al sentimiento patriótico que debe hacer surgir la amenaza de una guerra contra un invasor. Como en la historia del pastor que gritó lobo demasiadas veces, la gente se cansa y deja de creerle al pastorcito mentiroso. El tratado mediante el cual los Estados Unidos pueden usar 7 bases militares en Colombia le dio motivos por unas semanas a la denuncia de Chávez de que se planeaba una invasión colombo estadounidense desde nuestro país, y que la población y las fuerzas armadas venezolanas deberían estar prestas a combatir. Luego Chávez sumó la acusación de que los Estados Unidos se habían confabulado con los holandeses para lanzar un ataque a Venezuela desde Aruba, enormidad que fue desmentida de inmediato, dejando a Chávez mal parado hasta entre la izquierda europea seria que simpatizaba con él. No contento con la anterior fabricación, se inventó la del complot entre Estados Unidos y Canadá con el mismo fin: atacar a Venezuela. No contento con agitar el coco del enemigo externo para disimular los problemas internos y tratar de mantener su popularidad, Chávez intentó deslumbrar a los venezolanos mediante el “show” de ordenar expropiaciones de algunos edificios en el centro de Caracas hace un par de días, como si fueran órdenes espontáneas y no un libreto bien preparado para ganar adeptos entre los electores más pobres. Si Chávez no se callaba en sus épocas doradas anteriores, ahora que baja su popularidad en Venezuela aumentarán sus paranoias, volviéndolo más predeciblemente impredecible. Aunque esto no sorprenderá al Gobierno ni a la Cancillería colombiana, no pueden subestimar la irresponsabilidad de este megalómano que comienza a sentirse acorralado.

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