Editorial


El voto en blanco, opción democrática

Así como hay una guerra sucia entre algunas campañas este año mediante rumores e información falsa, de manera similar hay una campaña en contra del voto en blanco, que es una opción válida contemplada en la ley electoral colombiana. El país tiene una abstención enorme. Tanta, que se ha discutido en el Congreso si se establece o no la obligatoriedad de votar.
El voto en blanco está en la ley para que aquellos desilusionados con los candidatos, casi siempre percibidos como igualmente mediocres o perversos por los electores, pudieran expresar en las urnas su oposición formal y ser contados, en vez de darle la espalda a su derecho a votar, que también es un deber sagrado del ciudadano en una democracia.
Abstenerse de votar es dejarle el paso libre a la misma minoría politiquera de siempre para tomarse los cargos administrativos por defecto, en vez de oponérseles en las urnas con un instrumento previsto en la ley. Si el voto en blanco obtiene la mayoría absoluta, la elección queda invalidada para todos los aspirantes inscritos y se debe renovar la nómina de candidatos y repetir la elección.
Aunque en esta edición de El Universal se explica a fondo la mecánica del voto en blanco y qué hace y qué no hace, una de las desinformaciones más comunes es la de que los votos en blanco se le suman al candidato ganador.
Un factor sicológico que atenta contra el voto en blanco es el afán de que el voto sea “útil”, es decir, que vaya a nombre de alguien de carne y hueso y con probabilidades altas de ganar, aunque el candidato no sea el favorito del elector, para no “botar” ni desperdiciar su voto, sino que cuente para algo.
La tasa alta de abstención del país y de Cartagena se da en gran parte porque la mayoría de los votantes posibles sienten que hagan lo que hagan, siempre serán electos los “mismos con las mismas”, es decir, los politiqueros a los que nadie quiere ni admira, pero que terminan en el poder. Para no hacer parte de la farsa, prefieren –equivocadamente- quedarse en casa sin votar.
Votar en blanco requiere mucha conciencia política y ningún ánimo politiquero, y usualmente lo emplean personas con madurez política. Aunque la franja electoral que vota a conciencia, de la cual hace parte el voto en blanco, aún no es mayoritaria, cada día crece más porque cada día hay más gente educada en el país, con mayor formación política y mayor aversión a la politiquería repulsiva, pero dominante.
Votar en blanco es entonces tan legítimo –y a veces más- que votar por un candidato cualquiera, pero por supuesto, votar por alguien de carne y hueso también tiene toda la legitimidad cuando hay la convicción de que es una buena opción por su programa y por su talante honrado.
Y votar libremente por la mejor opción debería ser el objetivo inmodificable de todos los colombianos.

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