Editorial


El “gallo capón” de las inundaciones

Aunque Cartagena no ha vuelto a sufrir inundaciones como las de 2004, no debemos sentirnos seguros. A pesar de que se han hecho mejoras puntuales en el manejo de las aguas pluviales, la realidad es que no ha vuelto a caer un aguacero de 12 horas, como fue el que casi ahoga a media ciudad en aquel año. Esta temporada de lluvias, como se sabe, ha sido benigna en cuanto a las inundaciones dado el fenómeno de “El Niño”, que tiene muerto de sed y sin cosechas a todos el país, con pocas excepciones. Pero apenas cayó un aguacero y después otro que no le pidió permiso a dicho infante, se inundó San Pedro y Villa Rosita, y se inundarán otros barrios si siguen cayendo aguaceros fuertes. Hasta ahora hemos tenido la suerte, como sugerimos antes, de que los aguaceros, si bien un par han sido copiosos, no han sido generales, por lo que las cuencas hidrográficas de la Ciénaga de la Virgen no han entrado en acción. Las inundaciones no se acabarán en Cartagena si no se acomete un plan general integrado, en vez de “apagar incendios” cada vez que se inunda un barrio. Las inundaciones de estos lugares tienen causas conocidas. En primer lugar, los barrios se han hecho mediante la invasión de zonas bajas, inundables por designio de la naturaleza. Por otro lado, el mantenimiento de los canales de desagüe no es el mejor, aunque ha mejorado mucho en los últimos cuatro años, y también se han controlado mejor las escorrentías de La Popa en esta Administración. Además, los invasores han construido casas ilegalmente en las tierras próximas a los canales, que deberían ser de reserva. Esta invasión no se limita a los barrios periféricos, sino que se puede constatar hasta en los estratos altos, como en el caño de los Sapitos, en el Pie de La Popa. En Cartagena no hay autoridad que esté pendiente siempre de estos lugares y fenómenos. Por último, el Plan Maestro de Drenajes Pluviales, que se anunció con bombos y platillos hace poco, está paralizado, quizá esperando a que un nuevo desastre llame la atención de las autoridades para correr a financiarlo. La responsabilidad de mantener los desagües de la ciudad está parcelada. La de limpiar los canales le corresponde a Cardique y al EPA, y la de algunos otros desagües a Acuacar, mientras que la obligación de no dejar invadir las orillas de los canales ha estado huérfana. La Policía tiene que estar más involucrada en evitarlo, aunque le falten hombres aún para cumplir con muchas de sus otras obligaciones más inmediatas. Podría tener razón el veterano Enrique Chartuni, quien viene con un sonsonete desde hace varios años, asegurando que la ciudad necesita una entidad que se ocupe exclusivamente de manejar los distintos desagües pluviales de toda índole que tenemos aquí. Chartuni puede o no tener razón, pero mientras todo siga igual, la prevención de las inundaciones se parecerá al “cuento del gallo capón”, hasta que algún desastre descomunal obligue a las autoridades a cambiar el paradigma fallido que nos deja a merced del agua de lluvia.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS