Editorial


Emisario Submarino, misterios impermisibles

El Emisario Submarino pertenece a los cartageneros, quienes lo pagarán. Lo esperan hace más de trece años, aunque lo necesitaban antes de saber que existiera.
Sus beneficiarios principales serían más de 400 mil habitantes de la Zona Suroriental, aledaña a la Ciénaga de la Virgen, a merced de los olores terribles del 65% de las aguas servidas de la ciudad vertidas allí. El Emisario Submarino también evitaría muchas otras consecuencias contra la salud pública y el ambiente en el resto de la ciudad, incluida la bahía de Cartagena, donde se vierte 35% de las aguas servidas.
Durante los últimos 10 años La Bocana, funciona en la Ciénaga de la Virgen como una laguna de oxidación, pero con ventajas: el recambio con agua de mar cada 24 horas por efecto de las mareas neutraliza las bacterias de las aguas servidas y acaba con los olores nauseabundos sobre los barrios de la Ciénaga, incluidos los de estrato alto en La Boquilla.
Su labor se creía cumplida con la puesta en marcha del Emisario Submarino, pero ya sabemos que La Bocana es un seguro ambiental que debe conservarse operativo siempre, y su deterioro exige un mantenimiento inmediato.
El Emisario Submarino de Cartagena sería el principio de un mejoramiento dramático en la salubridad pública, cuya planta de tratamiento en Punta Canoas removerá sólidos y grasa, pero sería mejorada año tras año para verter aguas más inocuas al mar, como es la tendencia mundial, ejemplificada por la Bahía de Chesapeake, en el Noreste de los Estados Unidos, quizá el proyecto de rescate ambiental más riguroso y costoso del mundo moderno.
El fiasco del Emisario Submarino tiene la mayor parte de la información relevante sumergida junto con la tubería, cosa que comienzan a remediar la Capitanía de Puerto y la Contraloría Distrital con sus investigaciones.
La ciudad ya debería haber sido informada de cuánto se le pagaría a EDT Marine Construction y a Halcrow, la empresa auditora, y cuánto se les ha pagado ya; cuánta tubería es rescatable y utilizable, y cuánta nueva se necesitará, su precio, quién y cómo la pagará, y dentro de cuánto tiempo llegaría; y cuáles, y por cuánto, eran los seguros que amparaban la operación fallida de la instalación del Emisario Submarino, y quién es el beneficiario.
Esta es una información pública básica que debería divulgar Aguas de Cartagena, en vez de esperar a que les sea extraída por fragmentos, mediante tirabuzones legales. Taparla erosiona la credibilidad institucional.
La tubería hundida ya debería estar reflotada y remolcada a Bahía Honda si EDT tuviera la intención de hacerlo, porque la tecnología es sencilla y barata. Una de estas emplea flotadores amarrados a intervalos en los tramos, que son inflados bajo agua con compresores en la cubierta de los barcos de apoyo.
Todas estas omisiones, que podrían ser apenas vacíos informativos más que operativos de Aguas de Cartagena, dan la sensación de desorden. Los misterios con la cosa pública no son permisibles, mucho menos con un proyecto de tanta importancia para la ciudadanía.


 

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