Editorial


A enfrentar el caos y la violencia en Cartagena

La noche del pasado viernes fue aterradora para quienes se encontraban en un amplio sector de la Avenida Pedro de Heredia, o pasaban por allí, debido a los bloqueos de protesta que hicieron residentes de los barrios El Líbano y Boston, afectados por la falta de energía. El bloqueo produjo un enorme embotellamiento de tráfico, desde Amberes hasta Los 4 Vientos, pero lo peor fue que delincuentes y pandilleros aprovecharon la protesta para lanzar piedras contra casas y vehículos y cometer atracos en los buses detenidos. La zona parecía un escenario de guerra, con cientos de piedras destrozando ventanas y los vidrios de los vehículos, cuyos conductores debieron salir rápidamente –los que podían– para buscar vías alternas. Durante la semana que pasó, se presentaron varias protestas similares, y ayer domingo, nuevamente el barrio Boston, el vandalismo violento se ensañó sobre un equipo periodístico del diario popular Q’hubo, que fueron a cubrir la muerte de un joven, en un enfrentamiento con la Policía, que lo perseguía por el crimen de una mujer en La Candelaria, y se encontraron con disturbios causados por una turba enfurecida que chocaba con policías. El vehículo de Q’hubo fue atacado con piedras enormes que rompieron los vidrios del frente y de atrás y causaron heridas al conductor y una periodista, que se salvó de ser alcanzada porque se tiró al piso del carro. Las fotos que publicamos en esta edición son testimonio de la violencia del ataque. Estos hechos no son aislados, sino la manifestación de un grave problema que ha permanecido latente y empieza a manifestarse amenazadoramente en Cartagena. Las pandillas juveniles y grupos delincuenciales de algunos barrios, no solamente mantienen aterrorizados a sus habitantes, sino que ya se atreven a incursionar en otros sectores de la ciudad, donde se concentra el mayor flujo de tránsito y se realizan las principales actividades urbanas. Esta grave amenaza contra la tranquilidad y la seguridad urbanas debe ser contrarrestada con firmeza y contundencia, y de manera inmediata, antes que llegue a extremos inmanejables, como ha ocurrido en otras ciudades de Colombia. En Medellín, por ejemplo, tropas del Ejército y de la Policía mantienen ocupada la Comuna Trece, donde se recrudecieron los enfrentamientos violentos. En Montería aumentaron los homicidios, especialmente en la zona sur, donde las pandillas juveniles van de la mano con la venta de droga. Igual panorama de muerte e inseguridad se presenta en Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Armenia. El denominador común es el microtráfico y las pandillas. La propia comunidad tiene que abrir los ojos, porque sus protestas –injustificadas cuando irrespetan los derechos de los demás, como el de la libre movilización, en el caso de los bloqueos– están siendo aprovechadas por los vándalos y criminales para provocar el caos y sembrar el terror. Las autoridades distritales deben sentarse ya con la Policía y la Infantería de Marina, para enfrentar con acciones inmediatas y eficaces esta amenaza que ya está golpeando la tranquilidad y la seguridad de Cartagena.

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