Se queja un lector de lo que llama un “abuso” de las grúas del Departamento Administrativo de Transito y Transporte de Cartagena (DATT) con los vehículos procedentes de otras ciudades y cuyos propietarios se encuentran de vacaciones en la ciudad y seguramente no están familiarizados con los sitios donde se pueden estacionar.Aunque se pudiera argumentar que los lugares prohibidos para el estacionamiento de vehículos están claramente marcados y que es preciso hacer cumplir esta prohibición sin importar la procedencia del conductor que la infringe, semejante inflexibilidad no se aplica igual cuando se trata de poner en cintura a conductores locales (por ejemplo, los de buses y busetas de servicio urbano, y algunos de taxis) o de impedir que funcionen ilegalmente sistemas de transporte que no han sido autorizados oficialmente.
Para sectores como el Paseo Bolívar, Canapote y Daniel Lemaitre no existe un adecuado sistema de rutas urbanas, y la necesidad de movilizarse de sus habitantes ha sido cubierta por los llamados colectivos, un medio de transporte público informal, que podría ser tolerado si los conductores que lo prestan no cometieran frecuentemente las mayores y más peligrosas infracciones.
Es muy común ver estos camperos colectivos estacionados en la mitad de la vía a la espera de un pasajero que les hizo seña dos calles atrás, bloqueando a los demás vehículos que circulan por allí, y sus conductores no son debidamente sancionados.
También es común ver los buses urbanos desbocados sobre las calles a velocidades de muerte, o por el contrario, atravesados en vías de gran flujo o moviéndose con tal lentitud que causan enormes filas. Sus conductores tampoco son objeto de una drástica sanción.
Si esas constantes y protuberantes violaciones a las normas de tránsito son ignoradas a diario por las autoridades, resulta inexplicable que se ensañen con personas que vinieron de visita y que al menos merecen un poco de tolerancia, sin que eso signifique que se deban ignorar las infracciones que cometan.
El corresponsal que propuso, en una carta a este periódico, que en lugar de llevárselo con la grúa, a los vehículos de otras ciudades estacionados en sitios prohibidos debería imponérseles un comparendo didáctico tienen toda la razón, porque todo parece indicar que en cada temporada, las grúas parecen salir a hacer su agosto con los carros de afuera.
Por otra parte, aunque en muchas calles son visibles las señales que prohíben estacionar, en otras ni siquiera existen y en tal caso nadie puede adivinar que allí está operando tal prohibición.
Es otra muestra del caos estructural que tiene el tránsito de Cartagena, en medio de la informalidad, la tolerancia o el abuso, y que no es fácil remediar, por mucha buena voluntad que tengan los directores del DATT.
Como en otros problemas locales, aquí es preciso que confluyan dos elementos: el ejercicio de la autoridad y la colaboración de la ciudadanía.
Los habitantes de Cartagena, especialmente los conductores, deben entender que si todos cumplen las normas de tránsito, los vehículos circularán con fluidez y no se presentarán trancones en las calles y avenidas.
Hasta ahora, la labor de convencimiento ha sido bastante ardua y poco eficaz.
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