Hemos insistido muchísimo en este espacio en la necesidad inaplazable de hacerle una guerra frontal al ruido en la ciudad de Cartagena por todos los motivos conocidos. En primer lugar, el ruido es dañino para la salud de la gente y muy particularmente en la cantidad y volumen en que se encuentra en todas partes de la ciudad. Es posible que comience en nuestras propias casas y que en ellas hablemos en un tono de voz más alto del necesario, y quizá oímos la televisión y los equipos de sonido demasiado altos. Pero mientras el ruido no salga de nuestra casa, el daño nos lo hacemos sólo a nosotros mismos y no a los vecinos. Pero apenas ponemos el pie en la calle entramos en el terreno público, en el que no sólo no tenemos derecho a obligar a los demás habitantes a soportar nuestro ruido, sino que tenemos el deber de no producirlo. La alcaldesa Pinedo presentó un proyecto de Acuerdo al Concejo de Cartagena para endurecer las restricciones y sanciones contra el ruido, que con seguridad será acogido por los concejales, dada su connotación de problema de salud pública. Aunque la salud de la ciudadanía tiene que ser la consideración más importante, ayer no más decía la Alcaldesa en El Universal que “la reducción del ruido es uno de los requisitos indispensables para que Cartagena obtenga su certificación como uno de los principales destinos turísticos del Caribe”, y remata diciendo que la calidad de vida de los cartageneros es insostenible si no se reduce el nivel general de ruido en la ciudad. Por su parte, el Establecimiento Público Ambiental (EPA), que junto con la Policía es la punta de lanza del Distrito para estas labores y para otras, daba a conocer que los lugares más ruidosos de la ciudad son la avenida Pedro de Heredia, junto con los barrios El Socorro, Blas de Lezo y las zonas peatonales de Castillogrande, Bocagrande y Manga. En el Centro, los sitios más ruidosos son sus plazas, en particular la de Bolívar –decimos nosotros- tal y como lo mencionamos aquí hace poco. La suma de los ruidos de los motores de los autos, pitos, gritos, de la construcción, ventas ambulantes y estacionarias, música salida de madre y demás fuentes de ruido, incluidos muchos electrodomésticos como las licuadoras y ventiladores, producen dolor de cabeza a mucha gente e incomodidad a casi toda. La Gobernación y Cardique deberían seguir el ejemplo del Distrito y del EPA, y lograr que la Asamblea adopte también medidas severas y claras contra el ruido en el Departamento, y hacer campañas en los pueblos aledaños y sus áreas rurales, donde también hay abusos tan insoportables como impunes. Así como hay una Policía antinarcóticos, debería haber una especializada en la lucha contra los delincuentes del ruido, especialmente de los parlantes con música a todo volumen. Y no es que los transgresores se escondan. En lugares como la entrada a Turbaco, los quioscos compiten para ver cuál sube más el volumen. Asombra que los habitantes locales deambulen como si nada pasara, como sucede también en algunos lugares de Cartagena, indicando la magnitud del daño que ya se les ha hecho a la gente.
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