Editorial


Escasea el agua para potabilizar

Los humanos sabemos que la vida nos puede cambiar de un segundo al otro, para bien o para mal, a veces en forma drástica. El accidente propio o de un ser querido nos recuerda la mortalidad que llevamos a flor de piel, y lo que creíamos eterno se derrumba súbitamente. Esto es más o menos lo que le ocurre al Canal del Dique, pero con la diferencia de que los afectados pueden ser muchísimos más que uno o varios individuos de un grupo familiar, en este caso, una ciudad entera, además de los perjuicios al ambiente, que a su vez le causarían daño a la flora y fauna, y a las personas aledañas al Dique que dependen de sus humedales para sobrevivir. El caudal del Dique depende de las lluvias aguas arriba, las mismas que el llamado “Fenómeno de El Niño” ha impedido que caigan este año. La sequía extrema en ese cauce fluvial ya se había visto en algunas ocasiones, y la de enero 1977 nos ha sido recordada por el ingeniero José Henrique Rizo Pombo, cuya entrevista publicaremos mañana, en la que da cuenta de que el caudal tenía un metro de ancho y la ciudad estuvo a punto de entrar en una crisis de todo orden. Afortunadamente no hemos llegado al nivel de entonces, pero la sequía nos recuerda que el suministro de agua potable de Cartagena de Indias no está garantizado de por vida por el Canal del Dique, y que el calentamiento global seguramente hará que las crisis sean más frecuentes. El caudal bajo de este afluente del Magdalena tiene un riesgo adicional: que la cuña salina, como se denomina el ingreso de agua salada –más densa que la dulce- por el lecho de los ríos, llegue hasta las bocatomas de Acuacar en la estación de bombeo de Conejos, sobre el Canal, desde donde se lleva al complejo lagunar del que se surte Dolores, lugar de rebombeo hacia el acueducto de Cartagena. Nuevamente salta la liebre de la imprevisión, que obliga a la ciudad y al Departamento de Bolívar a buscar con más diligencia fuentes alternativas de agua para potabilizar, particularmente los arroyos que se podrían represar en la Zona Norte, donde hay algunas cuencas importantes. Algo se debe tener avanzado, ya que esta área se tiene como una fuente posible de agua para los nuevos desarrollos del norte. Los planes deberían ser acelerados, e igualmente, se deberían buscar todas las demás fuentes posibles de agua para potabilizar en el perímetro de Cartagena y fuera de este. A los Montes de María hay que mirarlos con un interés renovado, ya que por la ocurrencia de la lluvia orográfica en buena parte de esa región, provocada porque sus cerros empinados dirigen el aire caliente hacia arriba hasta chocar con el frío, desencadenando los aguaceros, son también una fuente posible de nuevas presas y de mucha agua para tomar e irrigar. La necesidad de planificar, en vez de apagar incendios, queda nuevamente al descubierto, especialmente porque una escasez de agua severa provocaría una tragedia inimaginable de salubridad y de orden público en una ciudad del tamaño y pobreza de Cartagena.

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