Editorial


Falta el plan de ruta

Tienen razón algunos de los más importantes columnistas de El Universal al quejarse de que en Cartagena se hace más esfuerzo en diagnosticar e imaginar modelos de la ciudad ideal que en ejecutar las tareas para salir del caos permanente y repetitivo.
Es verdad que se han hecho muchos diagnósticos y estudios, pero todos se enfocan en un aspecto específico de la realidad cartagenera, y ninguno examina integralmente esa realidad ni traza una línea de acción que cobije todas las áreas que la conforman. Son estudios desconectados.
No es un secreto que tenemos problemas en cuanto a las posibilidades de ampliación de un sistema de acueducto confiable y óptimo, ni que la red eléctrica está deteriorada a pesar de la inversión creciente hecha en ella. También es evidente que nuestras vías son insuficientes y están destruidas en gran parte, o que el déficit de vivienda aumenta aceleradamente.
No haber acometido las tareas para corregir estos y otros males que golpean a Cartagena es una responsabilidad histórica de sucesivas administraciones, y demorarse en empezar a ponerlas en marcha no tiene justificación.
Pero incluso haciendo esa tarea incumplida de los gobiernos locales, todavía carecemos de una ruta de navegación integral, incluyente, de larga vigencia y realista, que nos diga mediante qué mecanismos debemos ir desarrollando la ciudad, de tal manera que vaya en fase con los cambios que experimenta el mundo, que respete y proteja el vasto conjunto de recursos naturales que tenemos, y que permita a todos los habitantes por igual aprovechar las oportunidades para prosperar, contribuyendo con el progreso de Cartagena.
Por eso venimos insistiendo en un encuentro de todos los sectores ciudadanos para trazar un escenario donde la dinámica urbana transcurra con beneficios para todos, donde el crecimiento sea racional y de acuerdo a las necesidades.
Es probable que ese ejercicio se haya hecho antes, pero no se materializó nunca en un documento serio, con recomendaciones concretas y con un plan de acción que, sin cortar las alas de los sueños de la ciudad ideal, pueda ponerse en marcha sin dificultades y las sucesivas administraciones lo apoyen.
No es una tarea fácil, pero es necesario acometerla ya porque a medida que pase el tiempo, será mayor el rezago.
La primera tarea es lograr que quienes se sienten a la mesa de trabajo para diseñar el futuro de Cartagena se despojen del ego inflado que sólo concibe como válidas las propuestas propias y desestima las de los otros, y que ha sido parte de la imposibilidad de lograr un proyecto colectivo de ciudad.
Eso, por supuesto, no debe frenar la necesidad de las tareas específicas que están por cumplir en servicios públicos, infraestructura vial y de comunicaciones, movilidad, y ordenamiento urbano.
Pero sin esa ruta de navegación seguiremos avanzando a trancazos, a través de planes de desarrollo inconexos cada 4 años, diseñados para dirigir contratos en vez de subsanar problemas comunitarios, complicando y deteriorando una ciudad a la que le urge cerrar las brechas sociales para poder progresar.

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