Editorial


Fariseísmo marino

Si el viacrucis al que están sometiendo a los proponentes de la marina del Centro de Convenciones es una muestra del talante de Cartagena para recibir inversión nacional y extranjera, mejor sería no insistir más en atraerla y que la ciudad sobreviva sin ella. No es que no se hayan oído voces sensatas oponiéndose al proyecto, sino que el oportunismo de algunos es vergonzoso. Hay quienes se rasgan las vestiduras porque el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) dice que la zona es residencial, lo que no permitiría la construcción de una marina. Parece que estas personas vivieran en la luna y no en Cartagena, porque aunque se dan cuenta de que el área es residencial para oponerse a la marina, no han visto ni oído el caos creciente de la avenida de El Arsenal durante los 20 años anteriores al proyecto de marina, ni tampoco se han pronunciado en su contra. ¡Vaya selectividad! Sería bueno que estos selenitas se bajaran de sus naves espaciales entre jueves y domingo en las noches para que notaran que la avenida “residencial” del Arsenal tiene carros aparcados en hilera doble, y el carril estrecho que queda a la derecha lo obstaculizan taxis que embarcan, dejan o pescan pasajeros. ¿Por qué no han exigido su despeje? Mientras tanto, los parqueaderos del Centro de Convenciones, que de repente se volvieron importantes para los opositores de la marina, y cuya cantidad crecerá con ésta, están totalmente vacíos porque los clientes nocturnos tienen dinero para beber y comer, pero no para dejar sus carros en un aparcadero pago, donde no estorben al prójimo. Por el carril que dejan medio libre los abusadores de la doble hilera, conducen jóvenes buscando “programa” a dos kilómetros por hora, mirando cuál bar promete más diversión que otro; también operan miembros del “cartel del trapo”, que interrumpen el tráfico -ya tortuoso- al tratar de hacer meter autos en espacios de parqueo imposibles; y hay jóvenes que cruzan lo que queda de la calle en cámara lenta, desafiantes, vaso en mano, como si fuera una extensión de los bares. ¿Dónde han estado los entes de control y los adalides que ahora –de repente- se saben el POT de memoria y se preocupan por la movilidad y la calidad de vida del vecindario? Los lunáticos recién llegados tampoco saben que la muy residencial avenida del Arsenal es fuente de rumbas ruidosas, especialmente el baluarte que queda al final. Tampoco han notado que a lo largo de esa vía pululan las drogas y que ocasionalmente hay balaceras, con muertos de verdad. Pero apenas apareció el proyecto de la marina, El Arsenal se volvió un barrio residencial idílico, ocupado por ciudadanos que exudan civismo. Algunos de los mismos críticos (salvo el Concejo) callaron con las marinas que pretenden hacer en la Avenida Miramar, esa sí residencial, y reducida ya a un carril sin que hayan llegado aún las marinas proyectadas. Está bien que haya oposición seria a cualquier proyecto, y seguramente Proexport ha podido divulgarlo mejor, pero difícilmente hay otro lugar en Cartagena menos traumático que este para hacer una marina.

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