Editorial


Fiestas, lluvias e inundaciones

Los grandes estragos que ha causado el invierno en numerosos barrios de Cartagena, movieron a varios ciudadanos a pedir vehementemente la suspensión de todos los actos de las Fiestas de Independencia, en señal de respeto por el dolor y la necesidad que están padeciendo los miles de damnificados. El debate no tardó en encenderse, aunque con menor intensidad que en años anteriores, en que las lluvias intensas y continuadas también golpearon a cientos de familias pobres de la ciudad. La Alcaldía tomó la determinación de suspender algunos actos del pasado fin de semana, incluso uno que incluía a las candidatas del Concurso Nacional de Belleza, porque estaban programados en sitios que habían sido afectados por las lluvias o porque su realización provocaría inconvenientes que intensificarían los efectos de las inundaciones. Esa justificación, por ser más práctica y realista, resulta mucho más legítima que la del respeto al dolor ajeno, en una ciudad donde están asesinando personas con tanta frecuencia, que para muchos tan aterradora situación parece ya normal. Por supuesto, si la tragedia invernal adquiere visos de catástrofe, la suspensión de las Fiestas sería una obligación ineludible, no por respeto al dolor de los damnificados, sino porque el grado de emergencia haría necesario que todos los recursos y esfuerzos se enfocaran a mitigar ese drama. Los reproches a la Administración distrital por continuar el programa de las Fiestas no son justos, porque desconocen el esfuerzo que ha hecho para ayudar a quienes se quedaron sin casa y sin muebles a consecuencia de las inundaciones, y los trabajos que se hicieron en los últimos dos días para limpiar los box culverts taponados por la basura que arrojan allí los ciudadanos irresponsables. Hay que reconocer que los funcionarios del Distrito han estado permanentemente atentos al problema y acompañando a quienes lo sufren. Por otro lado, la suspensión de las Fiestas les causaría problemas a muchas personas que han invertido dinero para montar pequeños negocios en esta época, cuyo producido les permite sostenerse hasta fin de año, sin contar los dineros que se mueven alrededor de cada uno de los eventos de la agenda festiva. La discusión debería trasladarse a otro aspecto de la repetida tragedia invernal, que cada año devasta con demoledora precisión los mismos barrios y poblaciones, sin que se hayan adoptado correctivos integrales y que ataquen la raíz del problema. Las inundaciones nos afectan a todos, aun a quienes no viven en los barrios donde se presentan con devastadora contundencia. Y todos podemos contribuir a evitarlas y a impedir que el invierno, no importa lo fuerte y continuado que sea, convierta la vida local en un drama. Para empezar, la comunidad debería comprometerse a mantener limpios los canales y los box culverts, de manera que el agua pueda circular sin obstáculos. Y las autoridades a frenar drásticamente la edificación de asentamientos precarios en zonas de alto riesgo. Ninguno de estos problemas se remedia suspendiendo las Fiestas y la única razón para hacerlo sería que estuvieran distrayendo a la Administración distrital de cumplir su responsabilidad de ayudar a los afectados.

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