Durante la segunda Guerra Mundial, era frecuente que las provisiones lanzadas por paracaídas a las tropas estadounidenses que luchaban en las islas del Pacífico, se desviaran hacia lugares cerrados de la selva, donde los nativos las recibían como un regalo de los dioses. Luego, seguían mirando hacia el cielo esperando la próxima entrega. El término “culto a la carga” (cargo cult) se le atribuye a la antropóloga Margaret Mead, y fue usado por primera vez en un artículo en la edición de noviembre de 1945 de la revista Pacific Islands Monthly. En las islas panameñas de San Blas, los indígenas Cuna consideran que cualquier embarcación que se encalle en sus aguas les pertenece, con todo lo que lleve adentro. Muchos navegantes se han visto en dificultades cuando encallan sin poder liberar la embarcación ellos mismos con los recursos a la mano, como los cabrestantes para el ancla y la embarcación auxiliar, para tratar de remolcarla. En esos casos, los Cuna se sienten dueños. Más cerca de Cartagena, cuando un velero encalló en zona vecina Arroyo Hondo, parte de la población lo saqueó sin miramientos, considerando que no podían desperdiciar semejante oportunidad, a pesar de que el propietario de la embarcación estaba a bordo. Éste luego denunció a algunos policías del pueblo, que participaron pasivamente en el saqueo, pero nunca se supo que los hubieran sancionado en la Institución. En Colombia, y también en Cartagena, es común que cuando hay un accidente de tránsito, mucha gente acuda a robarse las pertenencias de las víctimas, en vez de socorrerlas. Esto incluye quitarles carteras, relojes y joyas, en primer lugar, y luego cualquier pieza del equipaje o de los vehículos a las que les puedan echar mano. La gente que procede así no siempre piensa que está robando, sino “aprovechando” algo que el destino puso en su camino. También ocurre que cuando alguien extravía alguna pertenencia y otra persona la toma para sí, ésta no considera que está robando ni que es ladrona, y suele decir que “aseguró” el objeto antes de que lo hiciera otra persona. Mediante este eufemismo, hay quienes “aseguran” joyas ajenas, semovientes del vecino, y toda suerte de elementos que no les pertenecen. Hace dos días, un camión se salió del puente de Gambote y cayó sobre el pueblo, afortunadamente haciendo poco daño. Parte de la población se abalanzó sobre el contenedor, robándose 60 aparatos de TV, de 450 que llevaba. Cuando la Policía trató de recuperarlos, encontró una oposición agresiva de algunos de los pobladores, pero también tuvo el apoyo de otros. Era difícil hacerles entender a los primeros que la mercancía no podía cambiar de dueño sólo porque el camión se accidentó. Lo triste no es sólo que esto ocurra entre la población más pobre, sino que estos paradigmas también están grabados en la psiquis de parte de la población de estratos altos, que “asegura” coimas y contratos de manera irregular. En las próximas elecciones, los colombianos y cartageneros tienen que votar en contra de los politiqueros aficionados al “culto a la carga”.
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