Editorial


Hoy debemos votar bien

La elección de hoy para escoger al presidente de Colombia es crucial y los candidatos con posibilidad de ganar son buenos. Ninguno representaría un desastre para el país. Ese es un buen presupuesto para cualquier elección y honra a nuestra nación. Sería una torpeza endiosar o satanizar a cualquiera de los candidatos, así como también es un maniqueísmo intentar representar la labor del gobierno de Álvaro Uribe como perfecta, o nefasta. Uribe deja un país mucho mejor del que encontró hace 8 años, cuando se posesionó en medio de un ataque aleve de las Farc al Palacio de Nariño, sin espabilar mientras estallaban obuses contra el inmueble. Por contraste, el ex presidente Pastrana salía presuroso con su familia, al tiempo que el ex comandante de la Policía, General Gilibert, hablaba por celular con cara desencajada. Lo ganado en seguridad, inversión extranjera y desarrollo es enorme, aunque también hay unos problemas muy gordos. La corrupción política y contratera se volvió galopante; la politiquería, incluyendo la de quienes aseguraban que “cambiamos o nos cambian”, se engrosó en todo sentido, especialmente para obtener la reelección mediante triquiñuelas; el pasivo pensional es una bomba de tiempo; la salud pública sigue grave; las chuzadas del DAS son escandalosas e inaceptables; y los falsos positivos, aunque imposibles de considerar como política de Estado, son macabros e imperdonables, cuyos responsables intelectuales tendrán que pagar. Paralelo a los desaciertos del Gobierno e influyendo en su imagen desdibujada están los desatinos de la Justicia, que tiene actuaciones imperdonables, especialmente en cuanto a la influencia perceptible de la politiquería en sus esferas. La impunidad extrema en Colombia es el origen de buena parte de la inconformidad de los ciudadanos, especialmente cuando se comentan con detalles los entuertos de figuras políticas encumbradas. Y no pasa nada. Si la primera reelección comenzó a torcer el rumbo del Gobierno, el intento por lograr una segunda lo desfiguró, dejándolo irreconocible con respecto al que comenzó en 2002. El próximo Presidente –que quizá sea elegido hoy, o en segunda vuelta el 20 de junio- tendrá que declararle la guerra a la corrupción desde el primer momento mediante el ejemplo, y no sólo retóricamente. Por lo mismo, no podrá tener apoyos de personas comprometidas con la corrupción o el tráfico de influencias, ni de politiqueros con el poder y la vocación para ser chantajistas. Es decir, podrá confiar en muy pocos congresistas. Cuando una empresa privada escoge empleados, intenta que en sus hojas de vida haya un buen equilibrio entre educación y experiencia, entre juventud y madurez. El punto ideal es aquel en el que se tienen los conocimientos y la práctica para avanzar, y la energía para hacerlo. En la elección de mañana, la mayoría de los candidatos cumplen con estos requisitos y casi todos tienen buenos programas. Y si al votante no le gusta ninguno, que vote en blanco, pero que vote. Ojalá que hoy Colombia elija al (o la) mejor, y en primera vuelta.

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