Editorial


Inseguridad: percepción y realidad

Todos los días se escuchan historias de asaltos, atracos, fleteos y robos en viviendas, pero el volumen de denuncias no parece corroborar esta oleada delictiva que lleva a la gente a tener una percepción de enorme inseguridad en Cartagena.
En los últimos años, la preocupación de las autoridades está enfocada más en la percepción que en la propia inseguridad, a tal punto que se destacan con gran despliegue las cifras que muestran una disminución del número de asesinatos, de robos violentos y de atracos.
En el caso de los homicidios, a pesar de que su número disminuyó, todavía sigue siendo demasiado alto, y en la ciudadanía se ha generalizado la percepción pesimista y atemorizada de que la vida de todos sin excepción está amenazada, incluso la de aquellas personas que no tienen un perfil de riesgo.
A la comunidad la tranquiliza muy poco que en el primer semestre de 2011 se cometieran 30 homicidios menos que en ese mismo período de 2010, porque de todas formas hubo 92 casos, que aterrorizan tanto como los 122 del año pasado.
Y si lo miramos de otra forma, el mes pasado, se cometió el mayor número de homicidios del primer semestre, 21 en total, mientras el mes de mayo sólo fueron 4, de manera que resulta muy difícil convencer a la gente que mejora la seguridad con semejante aumento de un mes a otro.
Es decir, las cifras pueden servir tanto para respaldar la teoría de que las cosas están mejorando, como para asegurar lo contrario, dependiendo del período analizado.
Eso, sin tener en cuenta que no todos los delitos que se cometen son denunciados, porque existe la creencia generalizada de que la denuncia no garantiza el castigo para los culpables, pero sí la retaliación contra la víctima.
Es un círculo vicioso que se alimenta de percepciones y que no puede combatirse intentando convencer a la comunidad de que las cosas no son tan malas como se cree.
En lugar de eso, porque no utilizar las cifras en su cruda significación, para convocar a la ciudadanía a un plan de acción decisivo, donde se les garantice la confidencialidad y la protección cuando deciden informar sobre asuntos o personas sospechosas, actividades irregulares o cualquier otra circunstancia que haga pensar en acciones delictivas.
El comandante de la Policía Metropolitana de Bogotá, general Francisco Patiño, atribuye que se mantenga la percepción de inseguridad a que ahora es más fácil enterarse de los delitos que se cometen, especialmente a través de los sistemas de mensajería electrónica de los teléfonos móviles.
¿No podría aprovecharse esa red de comunicación y comunidad para la prevención y la represión del delito, en lugar de usarse para multiplicar el miedo?
La discusión sobre la inseguridad siempre llega al mismo punto: la Policía sola no puede combatirla y es preciso un frente común con el sector privado, las asociaciones comunales y el ciudadano común, trabajando en medio de un demostrado clima de confianza, que deberá construirse con mucha paciencia.
Todo problema empieza a resolverse cuando reconocemos que existe.

 

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