Editorial


La altanería ejercida a diario

Muchos de los comportamientos que se ven a diario en cualquier escenario urbano de Cartagena están regidos por el ejercicio intenso y continuado de la altanería.
Según el diccionario de la Real Academia Española, esta palabra tiene varios significados. Es altura, región del aire elevada sobre la tierra, es también el vuelo de algunas aves y es el tipo de cacería que se hace con halcones y otras aves de rapiña, es decir, expresa el concepto de algo elevado, sublime.Pero en el sentido en que lo empleamos aquí significa altivez, soberbia, una característica evidente en las vías, en los sitios públicos y en la relación entre la gente de la ciudad.
La altanería que se practica aquí puede adoptar la forma desagradable de expresarse a los gritos y groseramente, buscando sobresalir, porque no se encuentran maneras auténticas de hacerlo. También es la prepotencia de los conductores que quieren pasarse a todos los vehículos que se encuentren en las calles, porque de esa manera se demuestran a sí mismos, de manera falsa, que son superiores.
En ocasiones, la altanería se exhibe en una casa de barrio, donde alguien pone a sonar su equipo de sonido al volumen máximo, porque de esa manera todo el vecindario se enterará de que tiene un magnífico, potente y moderno aparato, y en su retorcida lógica, será reconocido como alguien superior.
Es muy común observar la altanería en los comportamientos de ciertos funcionarios públicos de nivel medio, que interponen las mayores trabas a los ciudadanos cuando realizan trámites ante el Estado. Se han convencido perversamente que cuando la gente los busca y los necesita desesperadamente, su importancia aumenta.
También es altanero el que celebra la llegada del año nuevo disparando tiros al aire, sin percatarse del peligro para mucha gente.
La altanería está cimentada y complementada en la soberbia, y surge cuando alguien se concederse más meritos de los que posee. Es una trampa para esconder las carencias.
Cuando un conductor quiere pasar a otro de manera peligrosa, imponiendo la soberbia altanera, en un acto excesivo, vehemente, tan intenso que opaca la razón y la serenidad, es porque se siente inferior a los demás y debe compensarlo de alguna manera.
Cuando alguien cree que quien más grita es quien tiene la razón y es mucho más intrépido e inteligente que quien habla serenamente, hay una seria distorsión de los valores.
En cambio, una persona que reconoce sus defectos y lucha por combatirlos, a la vez tiene confianza y seguridad en sus posibilidades.
Ensayemos alguna vez a practicar la actitud contraria, intentemos convencer a los demás con razones serenas, escuchemos sus propias razones y dejemos que encuentra lo que hay de equivocado en ellas al tiempo que reconocemos lo que hay de cierto.
Seguramente nos llevaremos una sorpresa enorme, porque con la serenidad, la afectuosidad y la sonrisa, lograremos mucho más que con la altanería soberbia.
El única circunstancia en que se debe existir la altanería es en la búsqueda de amor, pero no la altanería soberbia, sino la de altura, la elevada, la que nos acerca a nuestra auténtica naturaleza humana.

 

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