Editorial


La altura de la Cumbre

Por segunda vez durante esta Cumbre de Las Américas, el tono del presidente Juan Manuel Santos es distinto al que estábamos acostumbrados en los políticos de México hasta la Patagonia, incluyendo a los de aquí.
Su énfasis ha sido que todos los países son iguales, sin norte ni sur, para poder ser eficaces antes los retos comunes. Si hubiera que resumir el cambio de tono, habría que decir que se acabó el servilismo ramplón al que estábamos acostumbrados con respecto a los Estados Unidos.
Aunque ayer no hubo novedades en la Cumbre de Las Américas y a pesar de estar anunciado, impactó que Santos hablara del tráfico ilícito de drogas y de cómo enfrentarlo de maneras distintas –incluida la legalización de algunos de sus aspectos–, porque las estrategias usadas hasta ahora no solo no han resultado, sino que garantizan que el narcotráfico siga poderoso y corruptor. Solo por esto, la Cumbre de las Américas pasará a la historia.
También fue importante el consenso general de que a la próxima Cumbre no puede faltar Cuba, a pesar de la oposición de los Estados Unidos. Si su paradigma siguiera inmodificable, podrían asistir todos los países americanos, menos el del Tío Sam. Haití también fue parte de los compromisos en el sentido de que hay que darle ayuda efectiva.
Fue oportuno y un poco sorprendente el recordatorio -o mejor, la advertencia sutil- de Santos a los Estados Unidos, donde ya hay 50 millones de ciudadanos de ascendencia latina que podrían cambiar el rumbo del país. Santos dijo que así como los inmigrantes primeros ayudaron a sus naciones de origen (Inglaterra, Irlanda, Italia y Alemania, principalmente), así mismo los ciudadanos gringos de sangre latina querrán ayudar a las suyas algún día. Y tendrían cómo influir en las urnas con sus votos, cada vez más cuantiosos.
De ahí el énfasis de Santos en varios asuntos: que las Américas lleguen a una visión compartida del futuro sin retórica del pasado; actuar juntos para ser más eficaces; las Américas vuelven a ser el nuevo mundo; aquí todos somos iguales si queremos tener contundencia; y que este sea el momento de las Américas. De la Cumbre dijo que “vinimos para transformar la realidad, no para comentarla”, una invitación a trabajar.
Santos propuso un nuevo paradigma en el que los derechos de la gente sean los que más importen; enfatizó la necesidad de repensar las relaciones entre América Latina y el norte, superar los estereotipos de parte y parte, y tender puentes físicos, políticos y económicos.
Pero no todo lo dicho por Santos fue para consumo externo. Aseguró que si hubiese las condiciones para un proceso de paz con las Farc, “no me temblará la mano para iniciarlo”. Aseguró que mientras tanto no relajará la seguridad ni abandonará las reformas sociales para que la colombiana sea una sociedad más igualitaria.
Solo faltó una propuesta: que los Estados Unidos nos devuelvan a “América” como sinónimo del nombre de su país, porque además de que llegamos primero, nos pertenece a todos.

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