Editorial


La autonomía del Caribe

Las autonomías regionales previstas en la Constitución de 1991, por cuya reglamentación e implementación votó la Costa Caribe, y con la cual se comprometió el entonces candidato Juan Manuel Santos, están embolatadas. Una cosa es un candidato buscando votos, y otra un presidente tratando de financiar sus programas centrales. No sólo ocurre en Colombia, sino en los Estados Unidos y en cualquier otra parte del mundo. La regionalización crearía –por ejemplo- una Costa Caribe con cierta autonomía, en la que habría una administración y un presupuesto regionales. No es un movimiento de secesión. También se entiende el recelo del Gobierno central, y aún de mucha gente del propio Caribe, ya que la corrupción regional se roba billones de pesos del erario y de las regalías en hechos impunes en su gran mayoría. Si se han birlado la plata antes, con excepciones notables, por supuesto, ¿por qué hemos de creer que con la autonomía nuestros dirigentes se volverán ángeles y no le meterán mano al presupuesto regional? En la visita reciente del presidente Santos a Barranquilla, y ya enterados los costeños del reverzaso del Gobierno nacional en cuanto al alcance de la autonomía, el gobernador del Atlántico, Eduardo Verano, le dijo a él y a su comitiva: “Los recibimos …; con la confianza y el buen ánimo de que entre el Gobierno, el Congreso y las fuerzas vivas del Caribe y de las demás regiones del país terminaremos al final de este proceso que vamos a emprender con unos acuerdos para que la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial (LOOT) corresponda con los objetivos de establecer unas instituciones o principios, competencias y recursos, que sean verdaderamente eficaces para la construcción de la autonomía y el desarrollo económico y social regional que necesitamos los colombianos”. Pero Santos, por supuesto, cuida la alcancía central de su gobierno y no la quiere ver mermada. En buena parte, los dueños del centralismo han incitado de muchas maneras la apuesta autonomista de las regiones, y en el caso del litoral Caribe, hasta a través del lenguaje usado para hablar de nosotros. Es común que la prensa nacional y los medios televisados y de radio de allá hablen “del senador costeño”, de los “contratistas costeños”, de la “bancada costeña”, del “empresario costeño”, de los “políticos costeños”, etc. Es decir, nos ven más o menos homogéneos a todos los nativos del litoral. Y cuando mencionan alguno de los muchos escándalos originados por gente de aquí, con más razón saltará el sesgo que impone el gentilicio. Pero jamás se refieren a los de allá de manera rutinaria como el senador, político, empresario o contratista “andino”. Y cuando saquearon El Guavio o el Metro de Medellín, ni mencionaron el gentilicio de los cacos. Ayer, Juan Gossain le propuso al presidente Santos asistir a un seminario acerca de la autonomía Caribe en su Centro de Altos Estudios, en Cartagena, idea que nos parece muy buena para comenzar a entender y resolver las prevenciones de todos lados.

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