Editorial


La batalla del cambio climático

En estos días de mareas altas en Cartagena, con su incomodidad consabida y con la corrosión de autos y de calles, el cambio climático se nos viene de inmediato a la cabeza, especialmente el aumento en el nivel medio del mar debido al deshielo de los polos, producto del calentamiento global, y éste del efecto invernadero causado principalmente por el consumo desbordado de combustibles de origen fósil, es decir, no renovables. Es normal que se le rinda un culto aparente a algunas actividades “políticamente correctas”, como proteger la naturaleza, pero que la práctica sea distinta a su retórica, usualmente rimbombante. Los gringos tienen una expresión útil para esos casos, diciendo que se les “paga servicio de labios”. Es decir, que se habla, pero no se hace nada. Esta actitud es común a muchos países y gobiernos con respecto al cambio climático: se dice mucho, pero se comprometen a poca cosa. El periódico New York Times de ayer daba cuenta de la pelotera entre las compañías de energía, antes unidas en un frente común monolítico en contra de cualquier modificación a sus privilegios, y ahora envueltas en una pelea de perros y gatos porque el Senado estadounidense comienza a dar pasos importantes para controlar el calentamiento global, y las unas quieren privilegios a costillas de las demás. Así, las compañías de gas natural, antes aliadas de las petroleras, pelean abiertamente en su contra; las productoras de energía eléctrica combaten entre ellas porque unas usan carbón, mientras otras proponen la energía eólica u otra forma de fuente renovable. Mientras tanto, las empresas de energía renovable, que están unidas (por lo pronto), les dan codazos a todas las demás. En lo corrido del año, los lobistas de las productoras tradicionales de energía han gastado 200 millones de dólares en la primera mitad del año para persuadir a los congresistas, mientras el año pasado habían gastado “apenas” 174 millones en la misma fecha. Según el New York times, algunos productores de carbón –con el cual se produce la mitad de toda la energía en EUA- intentan detener la legislación poniendo en duda la solidez científica de las razones del calentamiento global, aduciendo que podría deberse a fenómenos naturales, y no a la actividad humana. ¡Hasta el oscurantismo cabe en esta pelea! Según los analistas del diario mencionado, la pelotera intestina antes descrita dentro del sector energético es un síntoma excelente, ya que por primera vez está dividido y preocupado por sus intereses billonarios, lo que significa que también por primera vez temen que la legislación ambiental tendrá dientes y les tocará los bolsillos a pesar de su influencia antes imparable en Washington, especialmente durante la era Bush. Lo que acontece en EUA es una señal de alarma para Colombia, cuyo mercado de carbón está cada día más amenazado en el mundo, y también una indicación de que las universidades y el sector privado del país deberían zambullirse de cabeza en la exploración de fuentes de energía renovable. En la Costa Caribe tenemos el privilegio del sol casi todos los días del año, por lo que el Distrito debería comenzar a pensar cómo incentivar el uso de este activo de la naturaleza por parte del sector privado.

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