Editorial


La cultura de votar bien

Se aproximan las elecciones de marzo 14 con síntomas de que demasiados votantes sucumbirán a los personajes de siempre, con sus maniobras torvas de toda la vida, algunos de cuyos rostros embadurnan de manera desafiante –a veces tenebrosa- todos los postes y muchas paredes de la ciudad, los pueblos del departamento y de la Costa Caribe. Sigue mandando la plata, y a veces, el miedo. Pero ahí están, mirando a la ciudadanía desde arriba, tratando de seducir a los electores ingenuos con máscaras angelicales que ni el “Photoshop” hace convincentes. El voto de opinión ganó terreno en el país, pero no alcanza aún contra la politiquería. No obstante, hay algunos síntomas buenos. Ayer apareció en Primera Página de El Universal el programa “Vigías de la Democracia”, nacido en 2005 en la Universidad Tecnológica de Bolívar, mediante el cual los estudiantes vigilan las elecciones, aunque su propósito es “transformar las prácticas cotidianas para volverlas más democráticas, por lo cual realizan también actividades de formación política”. Esa parece ser la clave: la formación política, para contrarrestar la deformación politiquera y el negocio electorero que se tomó el país, y que se confunde con el ejercicio bien intencionado de la democracia. “La política” para la mayoría de las personas quiere decir un negocio particular con sus propias “normas”, en vez del quehacer de la ciudadanía y sus dirigentes para mejorar la calidad de vida de la comunidad. Un lienzo pintado por Heriberto Cogollo, maestro cartagenero, exhibido en el Museo de Arte Moderno de Cartagena en 1999, retrata la vida del país y de la ciudad: la Justicia viste de negro y no ve porque tiene la cabeza cubierta por una tela negra, mientras la muerte se burla de ella. Todos los personajes usan un antifaz. Sólo una niña tiene la cara descubierta y mira de frente, simbolizando que la juventud es la única esperanza del país. En los Montes de María, el Programa de Desarrollo y Paz trabaja en la formación política, explicándole a la gente sus derechos y deberes, no para promover ni atacar candidatos, sino para que sepa escoger aquellos cuyos programas les convienen más a la comunidad. Ningún país tiene una cultura política perfecta, pero muchos tienen una línea de base muchísimo más alta que la del nuestro, y esa debería ser uno de los objetivos principales de la educación pública y privada en Colombia: elevar la conciencia cívica y política para que la mayor parte de la población comparta unas reglas de juego fundamentales, políticas, sociales y culturales. El procurador General propuso que los estudiantes universitarios de todo el país adopten el programa “Vigías de la Democracia”, y esa parece una buena idea para promover la cultura de votar bien en Colombia, pero el Procurador General también debería formar un grupo, ya no de estudiantes, sino de investigadores bien curtidos, para indagar acerca de la contratación y las órdenes del servicio del Departamento de los últimos meses, ya que el Concejo ha hecho esa labor exhaustivamente en el Distrito. Este control al cumplimiento de la Ley de Garantías Electorales también contribuiría a afianzar la cultura política en Cartagena y en Bolívar.

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