Editorial


La Cumbre de Las Américas

La Cumbre de las Américas será un evento histórico aunque quizá nada importante para la región se llegue a definir allí, entre otras cosas porque lo grueso se negocia de antemano y el encuentro de mandatarios sirve principalmente para oficializar lo que ya fue acordado entre los diplomáticos de cada país.
La Cumbre también servirá para que los jefes de Estado tengan un contacto bilateral, y hablen de cosas importantes que pueden no estar en la agenda oficial. Parece bastante obvio, por ejemplo, que los presidentes Santos y Chávez tienen una agenda no oficial que podrían continuar durante el evento, y que la captura en Venezuela de William Asprilla Chitiva, con los alias de Fernando Robles o marquetaliano, un jefe histórico de las Farc, fue conversada entre los dos en la visita de Santos a Cuba, aparentemente para hablar con Castro de la no asistencia de ese país a la Cumbre y para saludar a un Chávez convaleciente.
También le es útil la Cumbre a la ciudad en el aspecto turístico porque será el centro de atención mundial durante varios días. Nunca podría Cartagena tener un presupuesto suficiente para pagar siquiera un porcentaje pequeño de lo que costaría aparecer en las noticias del mundo. La cobertura mundial la acentuará el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, y la discusión acerca de la legalización de las drogas acaparará el interés mundial.
Se suele decir que estos eventos internacionales no le dejan nada al grueso de los habitantes, sino a los grandes empresarios, pero la verdad es que los hoteles tendrán que emplear supernumerarios, se contratarán decenas de automóviles y de conductores para las delegaciones, los restaurantes estarán llenos a reventar y también contratarán más gente.
Aunque lo anterior es muy importante, lo será mucho más la dinámica que le dará a la ciudad y al país a través de las pantallas de televisión del mundo. Esta avalancha de imágenes tendrá un efecto multiplicador considerable cuyos beneficios podrían irrigar durante años toda la economía local.
También es cierto que los eventos masivos y con grandes medidas de seguridad incomodan y molestan a muchas personas, cuyas rutinas se ven trastocadas por el cierre de calles, la prohibición de parqueo en ciertos lugares y los trancones. Tampoco le dejan lo que le deberían dejar por cuenta del Gobierno nacional, como son ciertas obras públicas –vías al menos- con las que le podrían compensar el caos que le causarán a la ciudadanía.
Estos eventos también podrían tener otros efectos nocivos, como por ejemplo, que se muevan las unidades de policía del campo hacia la ciudad, o que las que están en la ciudad se dediquen a cuidar la Cumbre en desmedro de los barrios y sus habitantes.
Si esto fuera así, los maleantes rurales y urbanos ganarían un terreno difícil de recuperar. A pesar de los frentes nuevos que les abrió la cumbre, las diversas autoridades no pueden bajar la guardia ante la delincuencia común y las Bacrim, que sabrán aprovechar los vacíos que les dejen.

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