Editorial


La diplomacia deslenguada

Cuatro horas después que las agencias internacionales de prensa y las páginas web de los principales medios de comunicación informaran sobre el altercado verbal entre los presidentes Álvaro Uribe y Hugo Chávez, nueve grupos se habían formado en Facebook, con el título de “Chávez, sea varón”. En Twitter, otra red social de comentarios y seguimiento, se multiplicaron los chistes sobre el incidente, cuyos pormenores sólo fueron conocidos gracias a las versiones entregadas por personas que estuvieron presentes cuando ocurrió. Las frases insultantes lanzadas mutuamente por Uribe y Chávez fueron asumidas por mucha gente de Colombia y América Latina como lo que en el fondo son –una comedia–, y sirvieron como fuente para ingeniosas sátiras que exhortan a los dos mandatarios a dirimir sus diferencias con seriedad. La mayoría de los testigos coincide en que fue la mención de los paramilitares que hizo el presidente venezolano Hugo Chávez, la que detonó el estallido su colega colombiano Álvaro Uribe, en la cumbre del Grupo de Río que se realiza en México. Al reclamarle Uribe por lo que llamó un “embargo comercial” de Venezuela a Colombia, Chávez respondió que grupos paramilitares colombianos han intentado asesinarlo. Entonces Uribe le gritó: “Sea varón. Usted es valiente para hablar a distancia y cobarde para hablar de frente”. Por divertidos que sean estos incidentes, lo cierto es que demuestran la tendencia de la diplomacia internacional latinoamericana en los últimos años, con frases grandilocuentes que esconden la imposibilidad de hablar a fondo en torno a las diferencias entre los países. Ya habían ocurrido antes choques verbales entre Uribe y el presidente ecuatoriano Rafael Correa o entre Uribe y el mandatario boliviano Evo Morales. Todos ellos reemplazaron la confrontación madura, que permitiría encontrar soluciones de consenso. El rosario de acontecimientos posteriores al incidente, parece un viejo libreto aprendido de memoria gracias a su constante repetición, que incluye la acusación de Evo Morales contra Uribe, de intentar sabotear la cumbre de Cancún y los esfuerzos de los demás mandatarios asistentes para propiciar la superación del altercado. El asunto es que el anecdótico intercambio de insultos recibió más atención de los latinoamericanos que el propio tema central de la cumbre, es decir, la creación de un nuevo bloque de países latinoamericanos y del Caribe, sin Estados Unidos ni Canadá. Por eso, poca relevancia tuvo la conclusión de la cumbre, en la que 32 países acogieron el nuevo grupo regional y acordaron que éste “deberá prioritariamente impulsar la integración regional con miras a la promoción de nuestro desarrollo sostenible e impulsar la agenda regional en foros globales” y reiteraron su “enérgico rechazo” al embargo que Estados Unidos mantiene sobre Cuba. Es una lástima que estos encuentros regionales se cubran de incidentes escandalosos porque no sólo le restan seriedad a los temas en discusión, sino que fortalecen la mala imagen de los países latinoamericanos, siempre considerados inmaduros y superficiales en la defensa de la democracia.

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