Editorial


La era de Uribe

Mañana termina la Presidencia de Álvaro Uribe Velez, quien deja el cargo con un reconocimiento altísimo de los colombianos. También se va con la insatisfacción de algunos, principalmente por las chuzadas del DAS; la “yidispolítica”; los “falsos positivos”, que aunque nacieron antes de su gobierno, se multiplicaron en éste; los escándalos de Agro Ingreso Seguro; su conflicto con la Corte Suprema de Justicia, entre varias otras cosas que sus contradictores tratarán de cobrarles muy caras, y que seguramente lo mantendrán ocupado ante los estrados judiciales desde cuando deje la Presidencia. A Uribe se le podrán achacar muchas cosas, pero no que fuera pusilánime. Tomó decisiones duras y prefirió irse de frente. Su intento de reelección por tercera vez fue dañino y el “choque de trenes” también, pero dejó ver imperfecciones del sistema que necesitan corrección. Su política exterior también la amoldó a su talante, llamando hipocresía a la diplomacia tradicional de salones (“meliflua y babosa”), acometida por él sin smoking ni corbata, sino con camisa arremangada y a veces con ánimo camorrero. Algunos le respondieron igual o peor, como Hugo Chávez, Rafael Correa y demás miembros de esa camarilla. Se ufanó de ser sencillo y despreció a los “señoritos” bogotanos, a quienes acusó de tramar ardides desde los salones santafereños. Peleó con las ONG más poderosas, acusando a algunas de acolitar el terrorismo, y más concretamente el de las Farc (a las que no dejó de llamar “las Far”). Practicó una forma de política incansable y parecía siempre en campaña. No descansó durante los fines de semana, empleados en Consejos Comunales por todo el país. Ha sido el presidente más mediático de Colombia. Su lema de “trabajar, trabajar y trabajar” fue cierto. La era de Uribe le deja muchas cosas a Cartagena: las dobles calzadas por la Vía del Mar y por La Cordialidad, atrasadas ambas pero con finales creíbles; la doble calzada entre la ciudad y Turbaco, cuyo atraso le atribuyen los corrillos a intereses poderosos; y Transcaribe, que a pesar de sus traumatismos transformará la movilidad y espacio público. La alianza con el Distrito también dejará varios megacolegios y clínicas en los barrios más pobres de la ciudad; se incrementó el turismo de cruceros, terrestre y aéreo, gracias al propio Uribe, al ministro Plata a y sus colaboradores. La seguridad democrática recuperó las carreteras y con estas el comercio nacional e internacional. Los golpes dados a los grupos armados ilegales fueron notables y las operaciones contra las Farc (“Jaque” y “Camaleón”) pasaron a la historia. El ataque a “Reyes” en Ecuador fue apoyado por la mayoría de los colombianos, a pesar de sus implicaciones. Los Montes de María son libres de nuevo y la gente se mueve a su antojo. A Santos le tocará la tarea compleja de construir tejido social aquí y en todo el país, sobre la política de seguridad democrática.

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