Editorial


La erosión insular

No acabábamos de editorializar en El Universal acerca de la erosión galopante que se come a las Islas del Rosario sin que ninguna de las entidades que intervienen allí, especialmente Incoder, hagan algo lógico, rápido y eficiente, cuando protestaron los habitantes de Tierrabomba porque al pueblo de ese mismo nombre se lo estaba llevando el mar.
Las costas marítimas nunca son estáticos, sino cambiantes, dinámicas. Cualquier acción emprendida por el hombre corriente arriba tendrá consecuencias corriente abajo. Y aunque el fenómeno de erosión que se come la punta norte de la isla de Tierrabomba quizá no se deba totalmente a tal o cual intervención del hombre, sí es ayudado muchísimo por el incremento en el nivel medio del mar y por la muerte de los corales que protegían la orilla en este punto neurálgico de grandes corrientes, incluida la del Canal del Dique, que influye en toda la bahía, y muchísimo más durante las dos últimas temporadas de lluvia, empoderadas por La Niña.
La erosión que está sepultando al pueblo de Tierrabomba requiere una intervención inmediata aunque después se acometa una más técnica y científica. Estamos de acuerdo con la posición del presidente Santos y su ministro de Transporte, Germán Cardona, en cuanto a no acometer obras sin diseño y sin saber cuánto costarán, pero en este caso el Gobierno no puede sentarse a esperar concluir los estudios mientras los pedazos de isla y casas caen al mar.
La pérdida de cualquier cantidad de la isla, además de las moradas de los habitantes, es una tragedia de por sí sola, pero no es lo único que está en juego. Rodolfo Segovia Salas le dijo a El Universal que el pozo de agua potable del que se surte el pueblo de Tierrabomba es el mismo construido por los jesuitas en el Siglo XVII. Su destrucción se sumaría a la catástrofe humana y territorial de la isla si no se procede enseguida a proteger la costa. Sería imperdonable que una obra de ingeniería que tiene varios siglos y sigue haciendo su oficio, se vea destruida parcial o totalmente por no actuar de inmediato.
Algunos entendidos consultados consideran que lo más pragmático sería hacer una defensa marginal en rocas, muy similar a la construida en Crespo para proteger el túnel vehicular y la tierra ganada al mar. Si bien no sería una solución definitiva, daría tiempo para elaborar un diseño más técnico y más juicioso.
Ojalá que la emergencia de Tierrabomba sea atendida lo antes posible y que el impulso de su reparación contagie al Incoder, entidad que se engulle lo que produce el Parque Nacional Natural Corales del Rosario y San Bernardo sin devolvérselo al archipiélago, mientras que los funcionarios del Parque laboran con medios precarios y no pueden atender las obras de defensa indispensables para salvar las Islas.
Los cartageneros y bolivarenses queremos ver acción pronta y eficaz en las Islas y en Tierrabomba.

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