Editorial


La hora del Canal del Dique

El Canal del Dique ha sido vital para Cartagena desde el momento en que Pedro Zapata de Mendoza, en 1650, luego de seis meses de trabajo con dos mil hombres armados de azadones, palas, picos y machetes, terminó de unir las ciénagas y humedales que lo componen, hasta desembocar en la Bahía de Barbacoas. No era propiamente un canal, sino una conexión navegable de cuerpos de agua para champanes de poco calado. Cuando fue dragado su lecho en el siglo XX y depositado el sedimento a lado y lado, se convirtió en un canal con todas las de la ley. El primer acto oficial de los fundadores de la Cámara de Comercio de Cartagena en 1915 fue ir a Bogotá en diligencias ante el Gobierno Nacional acerca del canal del Dique, que entonces era el medio de transporte principal entre Cartagena y el río Magdalena, y por este, hasta el interior del país. La Cámara supervisó el Dique hasta 1982. En 1934, habiendo terminado el dragado del Terminal Marítimo de Cartagena, en Manga, la Frederick Snare Company fue contratada para hacer el Corte de Paricuica, que conectó el Canal del Dique a la Bahía de Cartagena, ahorrándose el rodeo por la Bahía de Barbacoas y el paso por el Caño del Estero, hoy desaparecido por la sedimentación que se inició enseguida y que se aceleró con la deforestación de la cuenca del Río Magdalena en todo el país. Entre 1950 y 1952 se volvió a dragar el Dique, consolidándolo como canal. En 1961 se construyó el Caño de Lequerica hacia la Bahía de Barbacoas para aliviar la sedimentación de la Bahía de Cartagena. Entre 1981 y 1984 fue dragado de nuevo, rectificado y ampliado por la Lane Dredging Company y Sanz y Cobe, quedándole apenas 50 curvas de más de 350 que tuvo en su origen. Esta rectificación y dragado aumentaron la profundidad y velocidad del Dique, incrementando los aportes de sedimentos a la Bahía de manera geométrica, acelerando su deltificación y amenazando su viabilidad como puerto. Cuando ya se sabía qué tenía que hacerse para frenar los aportes de sedimento a la Bahía al comenzar el gobierno de Uribe, y con tres propuestas de compañías con experiencia en el manejo de dos de los ríos más importantes del mundo, el Ródano y el Mississippi (Compañía del Ródano, Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos), además de la holandesa y también ducha Haskoning, perdimos los 8 años. Dada la falta de decisión y de sentido común del ministro Gallego, le entregó el Canal a la Universidad Nacional, la que terminó haciendo un proyecto tan farragoso como el fondo del Canal que –afortunadamente- se rehúsa a soportar sus estrechamientos en piedra. Cabe el dicho “no hay mal que por bien no venga”, ya que descartados los tales estrechamientos, no queda opción distinta a la combinación de compuertas y esclusas, probadas en el mundo entero. Quiera Dios que no surja ahora una nueva sarta de obstáculos, y que prime el sentido común indudable del ministro Cardona, porque afortunadamente, el presupuesto designado alcanza para construir la solución más sensata.

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