Editorial


La informalidad en las vías

La incultura en las vías ha sido un rasgo muy característico de los habitantes de Cartagena, ratificado en los operativos que ha realizado el DATT en las últimas semanas, en los que se impusieron decenas de comparendos.
En estos días de Semana Santa  resulta evidente que esa incultura se contagia a los visitantes, circulando sin prudencia ni acatamiento a las normas, de manera que a ciertas horas la ciudad se convierte en una maraña densa de carros de toda clase y pitos estridentes que rompen el recogimiento de la época.
Más allá de las cifras entregadas por el DATT sobre el número de comparendos impuestos por infracciones, las cuales sirven para apuntalar el diagnóstico que hemos hecho repetidamente en estas páginas de manera empírica, el problema de fondo es la arraigada práctica de la informalidad urbana, de la que también hemos hablado mucho.
Los trancones del miércoles y jueves pasados en el Centro, Avenida Santander, Bocagrande, El Laguito, Manga y Crespo deberían advertirnos del infierno vial que le espera a Cartagena si no se atiende el problema de movilidad con mucha más energía que ahora. Eso requiere atender la causa de fondo a la que aludimos antes: la informalidad.
Muchos habitantes de Cartagena saben que ciertas maniobras y acciones cuando se conduce un vehículo están prohibidas, pero las realizan de todas formas, como el conductor que se detiene en mitad de una calle a bajar algo sin preocuparse de los carros que se van acumulando detrás. Cuando alguien reclama, el conductor se justifica gritando “no seas tan serio” o “no seas amargado”, o en el peor de los casos, “no seas tan sapo”.
Para la gran mayoría de los mototaxistas, sobrepasar por la derecha, sobre todo si hay muy poco espacio, se convirtió en una maniobra lícita que practican siempre sin percatarse lo peligrosa que puede ser.
Corregir este mal no es asunto fácil ni rápido, pero hay que reconocer que el director del DATT está decidido a comenzar esa compleja misión. Si los operativos se siguen realizando con frecuencia y se mantienen sin desmayo durante dos o tres años, se verán resultados concretos, resultados imprescindibles para que Transcaribe funcione bien.
Aunque podemos decir que empieza a notarse la presencia de la autoridad, si los conductores no toman conciencia de su obligación de respetar las normas y deciden practicar día a día una verdadera cultura ciudadana de tráfico, ningún esfuerzo ni estrategias serán suficientes para recuperar la cordura en las vías.
Es preciso que los conductores muestren tolerancia en lugar de agresividad al pitar o insultar, que muestren respeto al acatar las normas y entenderlas como una necesidad para el bienestar de todos.
Pero si las vías siguen siendo como un campo de batalla, donde cada uno le echa la culpa al otro, todos quieren pasar primero y nadie practica la cortesía, será muy difícil desenredar el nudo actual.
Ese sería un inicio para romper la cultura de la informalidad, al menos en el tráfico, que tanto daño le ha hecho a Cartagena.

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