Editorial


La inseguridad

Es increíble que varias administraciones distritales consecutivas no lograran un mantenimiento fluido para las cámaras de seguridad esparcidas en la ciudad y que se necesite otra administración para que el público se entere. Cosa similar ocurrió de la administración de Curi hacia la de Pinedo, y luego en la de ésta fue desconocida la inoperancia posterior de las cámaras de seguridad, quizá para que los infractores moderaran su comportamiento antisocial, pero también para ocultar las fallas administrativas.
Si la ciudad adquirió cámaras de seguridad es de suponer que son parte de una política de Estado con consecuencias administrativas, incluyendo operarios que no dependan de la coyuntura y un presupuesto programado para que nunca escasee, ni las cámaras y sistemas conexos queden desamparados. Ojalá que así como al inicio de la administración del alcalde Terán ésta le informa a la ciudadanía el estado de las cámaras, lo haga igualmente durante el resto de su periodo.
También esperamos que el mantenimiento y funcionamiento de este sistema de seguridad quede listo de una buena vez para que no se repitan los traumatismos entre administraciones, ni el círculo vicioso de divulgar las falencias solo al principio del cuatrienio, pero ocultarlas durante su propio periodo.
Las cámaras son muy útiles, pero son apenas el complemento tecnológico de la actividad humana, especialmente la estrategia, lo más importante para contener la inseguridad. Como los delincuentes se adaptan, parte integral de cualquier estrategia es cambiarla cuantas veces sea necesario.
Como tantos delitos son cometidos desde las motocicletas, controlarlas tiene que ser parte fundamental de la seguridad en Cartagena. Tarde o temprano, y en el caso de Cartagena se hace cada vez más difícil, algún alcalde tiene que enfrentar el motociclismo con autoridad y asumir los costos políticos. Hasta ahora solo ha habido apaciguamiento.
Controlar al motociclismo sin perjudicar a los usuarios legítimos de este transporte es difícil, pero tienen que implementarse medidas audaces, como eliminar el parrillero en ciertas circunstancias, lugares y horarios. Cualquier norma necesita dientes legales y personal suficiente y dispuesto a ejecutarla. La respuesta no puede seguir siendo darle más y más largo hasta que sea inmanejable, punto del que estamos muy cerca.
Por lo pronto, se le notan esfuerzos a esta Administración para mejorar la movilidad, también parte fundamental de la seguridad, en vías como la Calle Larga y el Arsenal, a cuyos operativos les falta la grúa y que no los suspendan en poco tiempo. Basta con que los pechugones que usan las arterias para aparcase sepan que su carro será retirado y ellos multados para que disminuyan sus abusos. Quienes incurren en ellos no suelen ser analfabetas ni ciudadanos menos favorecidos, sino personas con poco civismo, mucha conciencia de sus actos e indiferencia por los demás.
La ciudadanía tiene que estar alerta para informar a las autoridades de inmediato acerca de las anomalías que conozcan y acerca de las bandas de delincuentes que roban y extorsionan. Solo una población unida alrededor de sus autoridades puede terminar por controlar la inseguridad.

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