Editorial


La inseguridad

Aunque suene a cantaleta, por esta época es preciso volver a un tema sobre el que mucho se habla, pero que casi todo el mundo olvida en el entusiasmo de la fiesta de fin de año: la inseguridad.
Pese a que Cartagena es una ciudad segura, comparada con otras capitales en el contexto colombiano, los casos de robos, atracos y fleteos se han multiplicado dramáticamente en los últimos años, y en la temporada decembrina se incrementan aún más.
Sin negar que el desempleo y la pobreza son un caldo de cultivo para que florezca la delincuencia, especialmente los delitos contra la propiedad, gran parte de ella ha asumido el robo y el atraco como oficios para ganarse la vida de manera más fácil y más rentable que trabajando honestamente.
Las víctimas de los delincuentes tienden a endilgar exclusivamente la responsabilidad a la falta de eficacia de las autoridades, sin detenerse a pensar que lograr una ciudad segura es un asunto colectivo, en el que todos los sectores deben aportar.
En la última década, el mayor porcentaje de actos delictivos es cometido por jóvenes entre los 16 y los 25 años, como lo demuestran las estadísticas que maneja la Policía Nacional, de manera que sigue siendo imperativo trabajar en este sector poblacional, en los barrios de mayor pobreza y en los sectores donde existen pandillas dedicadas a esta actividad.
Tampoco son raros los raponazos y atracos a mano armada para robar celulares en los barrios de estratos altos, en donde el exceso de confianza deja vulnerables a algunas personas, especialmente niños. El método usual es arrimarse dos personas en una moto, y dependiendo de las circunstancias, usan armas de fuego o no.
Por otra parte, y no es una novedad, para estos jóvenes, el acceso a las armas de fuego es un trámite fácil y relativamente barato. Siguen funcionando, según las propias autoridades, lugares donde pueden ser alquiladas por unas horas, y hay muchas personas que poseen armas sin permiso alguno.
De manera que es también imperativo hacer más estricto el control del porte de armas, sin abusar de los ciudadanos de bien que tienen salvoconducto y que las usan para defenderse.
Todas estas estrategias contra la inseguridad deben aplicarse de manera continua y sin disminuir su intensidad, pero paralelamente, los ciudadanos deben actuar con espíritu solidario y dispuestos a denunciar cualquier manifestación delictiva que perciban.
Muchos delincuentes capturados por la Policía quedan libres a los pocos días –a veces pasan apenas horas- porque las víctimas de sus acciones no los denunciaron, temiendo represalias o por simple pereza.
En épocas como esta, los ciudadanos no deben “dar papaya”, como se dice popularmente, porque la excesiva confianza, especialmente en sitios de aglomeración pública, es el mejor incentivo para que se multipliquen los atracos.
Es preciso que todos nos mantengamos alertas esta semana de fin de año, evitando los tumultos, denunciando cualquier movimiento sospechoso y protegiéndonos mutuamente para que los delincuentes la tengan difícil.
No colaboremos con nuestro descuido al aumento de robos y atracos.

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