Editorial


La lucha contra el turismo sexual

Hace muchos años, los hoteles de Cartagena, la Fundación Plan, el Distrito y el gremio de taxistas firmaron un documento aliándose para luchar contra el turismo sexual con menores de edad.
Cotelco hizo una campaña en Colombia adhiriéndose a una herramienta mundial llamada TheCode (Código Internacional de Responsabilidad Social), creada en 1997 por operadores turísticos escandinavos y por ECPAT (Red internacional de organizaciones contra la explotación sexual comercial infantil) Suecia, con el apoyo de la Organización Mundial del Turismo, y UNICEF.
Muchos hoteles y agencias de viajes de Cartagena y de Colombia recibieron certificados con TheCode, para lo cual sus empleados y representantes fueron entrenados a fondo para conocer qué es la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes, y la normatividad que la rige.
Lastimosamente, esa misma alianza no se extendió al turismo sexual o a la prostitución de mayores de edad, que involucra a muchos hoteles y taxistas, y que en ciudades turísticas como Cartagena son una industria rentable, que en algunos casos, se mantiene mediante individuos inescrupulosos con prácticas aberrantes e ilegales como la prostitución de menores.
El escándalo de los agentes de seguridad estadounidenses con prostitutas volvió a poner en primer plano un problema del que hemos hablado aquí muchas veces, que afecta a Cartagena y produce lesiones sociales graves, desvirtúa los valores, pervierte el entretenimiento y transforma la dignidad en mercancía.
Hay numerosas agencias turísticas en Estados Unidos y Europa que venden paquetes de viajes sexuales a Cartagena, y ese negocio lucrativo solo funciona si tiene socios estratégicos aquí. A raíz del caso de los agentes secretos, una aerolínea de bajo costo de Miami ofrecía paquetes promocionados de manera equívoca, lo que fue denunciado ayer por Anato y el Cartagena De Indias Convention & Visitors Bureau.
Aunque a primera vista parezca bastante rentable, la modalidad perversa del turismo sexual o la promoción de Cartagena como un destino donde se pueden conocer mujeres voluptuosas, complacientes y fácilmente accesibles, terminará por asestarle un golpe de gracia al turismo legítimo, del que vive una gran parte de la población local.
Los hoteles y las agencias de viajes deben tomar la iniciativa para frenar la entrada de prostitutas en hoteles, empezando por controlar la entrada de mujeres que no estén alojadas. No es ético permitir el ingreso de prostitutas, siempre y cuando no estén en los pasillos y se vayan antes del amanecer, en un sitio donde se alojan familias y niños.
Las empresas de turismo deben comprometerse en alianzas activas con el gremio de taxistas, redactando códigos de ética que hagan del turismo una industria rentable sin acudir a las pasiones humanas bajas.
Porteros, taxistas, botones, jefes de seguridad, recepcionistas, camareros y agentes de viajes deben también participar en esta alianza contra el turismo sexual, no solo de niños, sino de mayores. Aunque los distintos medios de comunicación hemos denunciado estas prácticas, deberíamos participar en una campaña coordinada y sostenida, en alianza con el sector turístico y las autoridades, para no darle tregua a esta explotación abominable.

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