Editorial


La magia de Aluna

Aluna es un nombre extraño, sobre todo antes de saber que en el caso de la institución cartagenera que se ocupa de niños con discapacidad, se refiere a “un vocablo de los indígenas Kogui, de la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia, que en su sabiduría designa con esta palabra lo mágico, lo divino y todo aquello que por su beneficio, belleza o trascendencia entraña misterio y sobrenaturalidad”. Es cierto que luego de ver a su alumnado trabajando con sus profesionales en unas instalaciones impecables, se siente que allí hay bastante de la magia y la buena voluntad que le falta a gran parte del mundo “normal”. La institución asegura que es “esencialmente pedagógica”, y que se basa en “el respeto hacia la persona con discapacidad, la defensa de su dignidad y sus derechos a disfrutar una vida plena”. Al recorrer el plantel, el visitante no duda de que Aluna dice la verdad. Los 296 niños que van al lugar todos los días, más los 80 atendidos por la unidad móvil, sumados a otros 65 del proyecto satélite en Policarpa, son atendidos por 93 personas que están en la nómina permanente, más 20 estudiantes en práctica. El personal de Aluna también emplea muchas horas para capacitar a los padres de sus alumnos, quienes con frecuencia provienen de los estratos más bajos. Para esta actividad se asocia con otras entidades, como Plan Internacional y el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez. Cualquiera que haga cuentas, aunque sea por encima, se dará cuenta de que como en la letra de Sebastián, la canción de Lemaitre, “la cuestión es con dinero”. Mucho dinero, porque la atención de personas con discapacidad es muy personalizada y requiere clases muy pequeñas, en donde a veces se necesitan hasta cuatro personas para atender apenas a seis alumnos. No puede haber prisa ni falta de paciencia. ¿Cómo lo ha hecho Aluna? Pues con los aportes privados en dinero y en especie de benefactores de la institución al igual que padres del alumnado, quienes, por ejemplo, donaron los diseños de ingeniería y de arquitectura de sus instalaciones. Como es de esperarse, a Aluna le falta mucho dinero, mientras que a la ciudad le “sobran” problemas de salud pública, ya que tiene 100 mil niños con discapacidad y sólo unos pocos afortunados alcanzan a ser atendidos. En la ciudad hay varias instituciones más tan meritorias como Aluna, pero es poco lo que logran con el Distrito, a pesar del Decreto 366 de febrero de 2007, cuyo Artículo 15 dice, entre otras cosas, que “De los recursos del Sistema General de Participaciones que la Nación transfiere a las entidades territoriales certificadas, se asignará cada año un porcentaje…; para cofinanciar el costo del servicio de apoyo pedagógico a los estudiantes con discapacidad y con capacidades o con talentos excepcionales”. Tanto Aluna como las demás entidades de Cartagena que atienden a niños discapacitados necesitan que el Distrito cumpla con la ley para rescatar cuanto antes a los miles de jóvenes discapacitados que languidecen o son maltratados en la ciudad.

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