Editorial


La misión evangélica en Cuba

Uno de los objetivos de la visita que el Papa Benedicto XVI realiza desde ayer a Cuba es evangélico: llevar a que más cubanos ingresen a la Iglesia Católica, disputándolos a un conjunto de cultos que han proliferado en la isla.
El propio pontífice lo ratificó en el aeropuerto de Santiago de Cuba, diciendo que llegaba como “peregrino de la caridad, para confirmar a mis hermanos en la fe y alentarles en la esperanza, que nace de la presencia del amor de Dios en nuestras vidas”.
Esa primera reafirmación quedó refrendada con la visita al santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, que tiene la particularidad de erigirse, además del símbolo de la fe cristiana, en el paradigma del sincretismo de la santería.
Para Benedicto XVI, la Virgen de la Caridad del Cobre “ha sostenido la fe y ha alentado la defensa y promoción de cuanto dignifica la condición humana y sus derechos fundamentales, y continúa haciéndolo aún hoy con más fuerza”.
Es un desafío enorme, más allá de los laberintos que imponen la política y la ideología del socialismo, pues en la santería, los cubanos encuentran la solución, o al menos la esperanza de solución de los problemas cotidianos de trabajo, salud y amor.
Como dijo a la BBC un practicante del culto a Ochún, la santería no ofrece el paraíso, sino que “ayuda aquí en la tierra a las personas para que su vida sea mejor”.
También los cultos pentecostales, metodistas, bautistas, presbiterianos y hasta los Testigos de Jehová han visto crecer sus fieles, justamente porque, además de predicar el mensaje cristiano, se ocupan de la vida cotidiana de la gente, ofreciendo cursos de inglés y de música, organizando coros, haciendo orientación familiar, enseñando béisbol y artes marciales y atendiendo a los ancianos.
Sin embargo, el mayor reto que tiene la Iglesia Católica en Cuba es disputar los fieles a los cultos que predican el llamado “Evangelio de la prosperidad”, que en otros países de América tienen emisoras de radio y canales de televisión, y cuyo mensaje podría ser atractivo a los cubanos, inmersos en múltiples necesidades y carencias.
Según este culto, Dios quiere que sus hijos sean ricos y que tengan lo mejor de todo, pero deben seguir el plan apropiado: si los fieles dan su ofrenda o diezmo, Dios los colmará de bienestar y riquezas materiales.
Como era previsible, la visita del Papa a Cuba comenzó con las consignas contra la represión a los disidentes y contra la violación de los derechos humanos, con la reiteración del mensaje de Juan Pablo II en 1998, de que se abra al mundo y que su pueblo establezca vínculos con otros pueblos.
El éxito de esta cruzada evangélica de Benedicto XVI se sustenta en apelar a “las profundas raíces cristianas que conforman la identidad más honda del alma cubana” y al hecho de que la gente en Cuba necesita esperanza de una vida más digna.
Para el gobierno cubano, esta visita es solo otra oportunidad de abrirse puertas en la comunidad internacional.

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