Editorial


La Niña será traviesa

La meteorología del mundo da bandazos de un extremo al otro. No bien pasamos El Niño, una sequía desastrosa para la naturaleza y la producción de alimentos humanos, cuando nos anuncian que el fenómeno de La Niña está a la vuelta de la esquina, por lo que las lluvias arreciarán en el segundo semestre de este año y en el primero de 2011. Esos movimientos pendulares siempre han caracterizado al trópico, pero ahora son más extremos por el calentamiento global y sus consecuencias sobre el clima. Hoy más que nunca es indispensable la previsión, es decir, la planificación urbana y la rural. Muchas veces, lo que le conviene a la ciudad perjudica al campo, y viceversa. Cuando llueve duro reverdecen las siembras y los bosques nativos, pero se inundan los barrios marginales y muchas calles de toda la ciudad, además de afectar algunas actividades productivas. Y cuando hay sequía, los barrios marginales están tranquilos, pero padecen el agro y la naturaleza, y se encarece la comida, perjudicando especialmente a los más pobres. Planear para reducir las consecuencias de esos extremos beneficiaría al campo y a la ciudad. Las ciudades del Litoral Caribe –especialmente Cartagena- tienen que elaborar planes maestros para salvar a sus zonas más bajas del incremento permanente en el nivel medio del mar, que al coincidir con lluvias torrenciales, inunda a los barrios marginales, y pronto anegará también a otros que no lo son. Algunos asentamientos tendrán que ser erradicados, y otros podrán salvarse con obras de protección. Ya Cartagena debería tener un plan más preciso de lo que hay que hacer, y para elaborarlo y mantener la alerta se necesita una coordinación muy cercana entre entidades como el CIOH, Invemar, EPA, Minambiente, Cardique y el Distrito, entre otras. En cuanto al campo, es una ironía que el agua, que escasea en el mundo, se desperdicie en los inviernos del trópico, y luego desaparezca en verano. El Gobierno nacional, departamental y distrital tienen que desarrollar una política para aprovechar el agua mediante represas, y cerca de Cartagena hay varios sitios en donde se pueden hacer, para no hablar de los Montes de María, cuya topografía es ideal para construirlas y luego regar por gravedad. Las presas también tendrían la ventaja enorme de que ayudarían a controlar las inundaciones urbanas, pero para que funcionen integradas entre sí, requieren una planificación macro, mucho más allá del diferendo entre EPA y Cardique por ver a quién le toca limpiar y dragar cuál caño, cuando ya las lluvias están encima. Tenemos que pasar de apagar los “incendios” anuales previsibles, a una planificación integral. La región y la ciudad necesitan una política de Estado para enfrentar los aspectos diversos del cambio climático, con la certeza de que muchas de las alteraciones naturales que serían amenazas si se dejan transcurrir sin hacer nada, podrían convertirse en fortalezas cuando se planifican las acciones para enfrentarlas. El fenómeno de La Niña es precisamente una de esas amenazas cuyas soluciones la ciudad y el departamento deberían comenzar a planear de inmediato.

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS