Editorial


La pacificación del tránsito

En todo el mundo, los organismos de tránsito diseñan planes de circulación fluida y segura, teniendo en cuenta cuatro aspectos: ingeniería, educación, control y atención de emergencias. Eso significa una malla vial en buen estado y adecuadamente señalizada; un sistema de circulación que tenga en cuenta los cambios de flujo en distintas horas, las concentraciones poblacionales y la movilización; una intensa y eficaz campaña de cultura ciudadana; una planta de agentes honestos, capacitados y alertas; y una red de comunicaciones que haga ágil la respuesta a los accidentes. En Cartagena, las acciones han sido muy pobres en materia de control, e inadecuadas y anacrónicas en materia de ingeniería. Por eso, las campañas puestas en marcha no logran los resultados que se pretenden. La brutalidad de nuestra caótica y peligrosa circulación vial amerita remedios contundentes que consigan lo que en los países desarrollados se conoce como “pacificación del tránsito”, una práctica que busca formar habitantes respetuosos de las normas. En Colombia, Medellín ha sido pionera en la aplicación de las técnicas de Tráfico Calmado, y aunque tal programa está todavía en una etapa inicial, valdría la pena conocer esta experiencia para transplantarla a Cartagena, en los aspectos que se ajusten a las condiciones locales. La “pacificación del tránsito” trabaja a partir de cinco estrategias: reducción de las velocidades altas, creación de condiciones en las vías que obliguen a los conductores a actuar con cuidado y serenidad, restricción a la presencia de vehículos comerciales y extraños en áreas calmadas, mejoramiento de la apariencia y ambiente de las vías, y reducción de la cantidad y gravedad de los accidentes. Antes de fijar sentidos de circulación, prohibiciones de maniobras, creación de zonas peatonales o instalación de semáforos, los organismos de tránsito deberían asignar funciones a las vías y jerarquizar su utilización. En Cartagena, a medida que aumentó la población y se diversificaron las necesidades de desplazamiento, el crecimiento del tránsito y la escasez de vías hicieron que parte del tráfico de larga distancia se desviara de las dos avenidas principales hacía vías secundarias, produciendo incomodidades en los sectores correspondientes. En esta ciudad, vehículos de todo tipo utilizan cualquier vía, de manera que es usual ver en calles de barrios residenciales a los camiones que reparten productos de todo tipo. O buses de servicio urbano congestionando vías secundarias, porque no hay control sobre sus paradas ni su velocidad, algo que podría lograrse si se construyen resaltos, cojines o deflecciones en las superficies de las vías. Lo más grave, sin embargo, es que no hay un conjunto integral de medidas restrictivas sobre estacionamiento y sobre ciertos movimientos y maniobras de los vehículos, y las que existen son desobedecidas sin consecuencias para los conductores. Valdría la pena que el DATT pensara seriamente en aplicar ciertas estrategias de tráfico calmado, sobre todo porque más que recursos, ellas requieren decisión.

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