Editorial


La preparación para Transcaribe

A diario, las personas deben cumplir importantes e ineludibles quehaceres, como trabajar, estudiar, realizar compras, pagar los servicios públicos, hacer trámites en entidades públicas y privadas, y por supuesto, recrearse.
Casi todos estos quehaceres implican la necesidad de trasladarse de un lugar a otro, y para ello se recurre al carro propio, o en la mayoría de los casos, a utilizar el sistema de transporte público.
Para que opere, este sistema necesita una excelente estructura de vías, señales y paraderos, y por supuesto unos vehículos en excelente estado, cuyos conductores cumplan rigurosamente las normas y circulen de manera fluida para no causar traumatismos.
Y resulta obvio que el éxito de un sistema de transporte requiere una cuidadosa planificación, considerando numerosas variables que interactúan dinámicamente, pero sobre todo, requiere que se cumpla en la práctica.
Esto se garantiza utilizando un sistema de control que compruebe el cumplimiento de los procedimientos planificados, porque de lo contrario, el resultado será un caos total, como el que se observa a diario en Cartagena.
La enorme cantidad de vehículos en circulación, especialmente la cantidad descomunal de motocicletas, el mal estado de muchas vías de intenso tráfico y la irresponsabilidad de los conductores convirtieron el tráfico local en una tarea pesada, peligrosa y martirizante.
Entre los efectos de esa anarquía están la congestión que aumenta los tiempos de desplazamiento, el mayor riesgo de accidentes, el aumento de la contaminación ambiental, y el incremento del ruido y las vibraciones que afectan a los edificios.
Como ocurre en muchas ciudades de América Latina y del tercer mundo, en Cartagena el crecimiento de la población es más rápido que el diseño y la aplicación de soluciones urbanas de tránsito, como la expansión de la red vial y las alternativas eficaces de transporte masivo. Y si a eso le sumamos el comportamiento desmañado de las autoridades y las estrategias inútiles, el problema del tráfico automotor se vuelve crítico.
A pesar del escepticismo de muchos cartageneros sobre la utilidad de un sistema de transporte masivo de pasajeros como Transcaribe, lo cierto en que no hay otra solución a la mano para corregir el laberinto enmarañado del tráfico local y solucionar las dificultades en la movilidad.
Los innumerables obstáculos, sobrecostos y demoras en terminar la infraestructura de Transcaribe, que han retrasado sistemáticamente su funcionamiento, desmotivan a cualquiera, pero eso no significa que el sistema sea ineficaz, aunque su funcionamiento óptimo dependerá del compromiso de todos los ciudadanos y no sólo de quienes tendrán a su cargo la operación.
Parece que hasta dentro de unos dos años no tendremos en marcha a Transcaribe, pero es el momento de adoptar estrategias provisionales que vayan preparando a conductores, pasajeros y peatones para contribuir a que opere con éxito.
El DATT debe acabar sin contemplaciones con la dictadura abusiva de los buses y busetas en las vías locales, imponiendo un control del cumplimiento de sus rutas, sancionando drásticamente la excesiva velocidad y las maniobras peligrosas, y obligando a que dejen y recojan pasajeros en los paraderos.
Así tendrá que funcionar Transcaribe, incluyendo sus rutas alimentadores y las secundarias, por lo que es tiempo de que los conductores de vehículos de servicio público comiencen a cumplir su trabajo diario con esos criterios insoslayables.

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