Editorial


La primera vuelta

La de ayer fue una jornada de elecciones muy ejemplar por la atención rigurosa a las denuncias sobre delitos electorales, por la incidencia muy exigua que tuvieron las acciones de la guerrilla, por la vigilancia de distintas organizaciones, que impidió fraudes más allá de hechos aislados, y, por supuesto, por los resultados que demuestran la dinámica de la democracia en Colombia, que no se guía por encuestas, ni subterfugios propagandísticos. La jornada deparó dos sorpresas. La primera fue la votación de Mockus, decepcionante para quienes veían una ola verde arrasadora, pero esperanzadora para sus seguidores, porque más de 3 millones de votos y el paso a la segunda vuelta son triunfos. La segunda fue el repunte de Germán Vargas, que aparecía en los últimos lugares en la intención de voto, pero que ocupó el tercer lugar y abrió así buenas perspectivas de aspiraciones futuras. Los más de 3,1 millones de votos de Mockus indican que de la avalancha de jóvenes entusiastas que elegían y ganaban en el mundo virtual, muchos no votaron en la vida real, y una elección se gana a punta de votos, no de buenas intenciones. También es posible que el gran resultado que sacaba Mockus en las encuestas haya movido a quienes iban a votar por él -más por oponerse a Santos que por su programa-, a que lo hicieran por otros candidatos, a los que antes no les daban opciones. Lo único inobjetable y que no es factible de ser analizado especulativamente es el contundente triunfo de Santos, aunque queda la impresión de que el candidato había lanzado todas sus estrategias con fortaleza y decisión, confiando en que ganaría en la primera vuelta. Los más de 6,7 millones de votos que obtuvo Santos demuestran que todavía la obra del presidente Uribe, sus logros indudables en seguridad y otros frentes, en los que el propio candidato fue protagonista, pesan sobre la conciencia de los colombianos. También ayudó el apoyo de los más pobres, que han tenido un respiro en su drama de miseria y padecimientos con los programas asistencialistas, que siguen siendo un elemento determinante de las decisiones electorales. Gustavo Petro puede considerarse perdedor según las encuestas, pero el caudal de más de 1,3 millones de votos no es despreciable, y pesará enormemente en la coyuntura de alineamientos de la segunda vuelta para establecer alianzas y negociar apoyos. El Partido Conservador y el Partido Liberal, antes las dos colectividades que monopolizaban la actividad política en el país, quedaron reducidos a una fuerza precaria que no parece tener posibilidad de negociar adhesiones debido a su número reducido de votos. La abstención siguió siendo de un poco más de la mitad de los colombianos habilitados para votar, y ya se ha analizado demasiado la causa, que incluye elementos como la dificultad de encontrar la mesa de votación, hasta la imposibilidad de trasladarse hasta ella. Los 21 días que siguen hasta la segunda vuelta serán de debate ideológico como no se había visto en nuestro país. Ojalá sea para bien de la democracia.

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