Editorial


La salud del alcalde es asunto de todos

En pocos meses, el Congreso de Colombia aprobará una ley que obliga a los mandatarios a certificar su estado de salud y les exige, no solo a gobernadores y alcaldes, sino a los altos mandos militares, someterse a un chequeo médico completo cada año, con el fin de tener certeza de que están en capacidad física y mental de ejercer sus cargos.
Actualmente no está muy claro el camino a seguir cuando un mandatario sufre un problema de salud que dificulta el cumplimiento normal de sus obligaciones, pues las soluciones jurídicas dependen del grado de información que se revele abiertamente.
Cuando el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, tuvo que someterse a una operación de emergencia para drenarle un coágulo entre el cerebro y el cráneo, y semanas después a una segunda intervención, la información suministrada a la ciudadanía fue concreta y franca.
Los quebrantos de salud del alcalde de Cartagena, Campo Elías Terán, fueron divulgados por sus asesores, pero la información entregada resultó ambigua y confusa, lo que generó rumores que iban aumentando la gravedad de su enfermedad a medida que pasaban los días, para que ayer, finalmente se comprobara que algunos de esos rumores eran veraces.
Sin lugar a dudas, reconocer que se padece una enfermedad grave es duro para cualquier ser humano, y en el caso de un ciudadano común, no sólo la ética sino las leyes garantizan que la información clínica solo sea comentada con el círculo familiar más íntimo del paciente, pero cuando se trata de personas que tienen una gran responsabilidad con la comunidad y que deben tomar decisiones que afectan a mucha gente, se desdibuja la línea entre la privacidad y el derecho de los ciudadanos a saber el estado de salud de sus gobernantes.
El alcalde Terán informó ayer a la ciudadanía, tras conocer el resultado de los exámenes a que fue sometido en Bogotá, que padece de un cáncer pulmonar en fase inicial, descubierto cuando le trataban una isquemia por la que tuvo que ser hospitalizado dos veces.
A pesar de las especulaciones y los rumores desatados por la falta de información sobre el estado de salud del alcalde, era prudente no anticipar ningún dato hasta cuando los exámenes mostraran de qué enfermedad se trataba, a menos que tuviera certeza desde antes.
Todavía no hay claridad plena sobre las implicaciones del tratamiento y sus efectos sobre la salud del mandatario, más allá de su elocuente afirmación de encontrarse en excelente estado físico y mental, con muestras algo inadecuadas de agilidad para demostrarlo.
El problema central es que durante su ausencia se han presentado varias situaciones en la marcha de la administración, que se complican por la intervención de muchos funcionarios laborando aparentemente a la deriva, como la reestructuración del gabinete, las contradicciones alrededor de la firma de la prórroga a los contratos de aseo, y la revocatoria del polémico Decreto 1144, que reglamenta la Zona Norte, discutido y apoyado por más de 10 comunidades afro en el sector.
Es preciso demostrar con hechos que el problema de salud del alcalde no ha dejado al garete la Administración distrital, y él debe ser franco de aquí en adelante sobre la evolución de su salud.
Deseamos de todo corazón que el alcalde Campo Elías Terán se cure con el tratamiento que recibe y que este no afecte su capacidad de trabajo ni de liderazgo, no sólo porque se trata de una persona valiosa, sino porque tiene en sus manos una enorme responsabilidad con Cartagena y sus habitantes.

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