La primera temporada de lluvias de 2013 está próxima a comenzar. Como es típico de la época de transición, cuando desparecen los Alisios, subió la humedad del ambiente y el bochorno es insoportable.
Comenzará el ciclo de calor, humedad y lluvia, lo que será un cambio bienvenido por la vegetación, pero terrible para las obras públicas.
La secretaría de Infraestructura del Distrito hizo un reparcheo relámpago indispensable hace unos meses, pero ya le toca hacer otros. Uno muy notable es el de la avenida Santander, frente a la muralla y cerca de donde comienza el bajo de Santo Domingo, convertido ya en un terreno de cráteres por la entrada del mar durante las brisas feroces del verano.
Este pedazo de vía debería ser hecho nuevo y bien construido. Ha ido de reparcheo en reparcheo y ahora las lluvias se encargarán de completar la destrucción hecha entre el mar y el tráfico, especialmente el de buses, que transitan por esa calzada cuando está sin huecos. Ya los vehículos solo usan el carril izquierdo, por lo que pronto nos quedaremos sin ambos.
Hay un rumor de que los entes de control considerarían otro reparcheo como un detrimento patrimonial, pero lo más probable es que ante tantas carencias presupuestales, no haya recursos para reconstruir bien ese tramo de vía, como debería ocurrir.
No es justo que el parque automotor se comience a hacer añicos en esa “huecamenta” por la que pasa buena parte del tráfico que entra a Bocagrande, Castillogrande y El Laguito, proveniente de todos los barrios. Estos tres sitios emplean a muchos cartageneros, repartidos entre almacenes, sector turístico y residencias.
La Santander es la vía de ingreso del aeropuerto y de Barranquilla. Además de incomodar su mal estado a buena parte de la ciudadanía local, también maltrata a nuestros visitantes.
Es una tristeza que la ciudad esté tan postrada que tenga que “raspar la olla” para reparcheos, en vez de proyectar grandes obras, como una doble calzada paralela a la avenida Primera de Bocagrande, construida entre el espolón Iribarren y el túnel, con la misma protección marginal de este último.
Volvemos a insistir en que todos los estamentos de la ciudad deberían pensar juntos en una política amplia y enfocada en el bien general, en vez de malgastar sus energías en la politiquería de poca monta. Da lástima ver lo que le pasa a la ciudad en un momento de progreso económico en varios frentes, como lo señaló ayer el columnista Jorge E. Rumié.
Ahora más que nunca, pensar en grande es un imperativo de la dirigencia cartagenera, pública y privada. Mientras tanto, el deterioro de la Santander, ayudado por la lluvia, nos recordará a diario todo lo que no estamos haciendo bien.
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