Los fenómenos naturales de mareas altas, lluvias copiosas e inundaciones de los últimos días han sido tan extremos, que de no ser porque afea las orillas de la Bahía, la planta flotante llamada tarulla (o taruya) hubiese pasado desapercibida, a lo que se le suma otro agravio: no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), de ninguna de las dos formas, ni tampoco en el Panhispánico de Dudas. Wikipedia dice que la “Eichhornia es un género de siete especies”, una de las cuales es la taruya (así la escribe esta enciclopedia), que también se llama buchón, y las amontona a todas como “plantas perennes flotantes oriundas de las regiones tropicales de Sudamérica”. La tarulla es una invasora ágil y agresiva. Conserva fresca el agua en las pozas rurales de aguas inmóviles usadas para consumo humano y animal, a las que llega a cubrir del todo. Con el tiempo, se convierte en un problema porque comienza a secar dichos estanques y represas. Según Wikipedia, “Flotan sostenidas por esponjosos rizomas, con las raíces flotando libremente. En zonas de aguas estancadas, pueden entrelazarse formando embalsados…; auténticas islas flotantes sobre las que crece otra vegetación y que sirven de hábitat a numerosas especies animales”, incluyendo hormigas, ratones, babillas y culebras. La naturaleza sabe que las virtudes de la tarulla pueden desdoblarse en las aguas quietas, así que en cada temporada de lluvia, los ríos y caños se desbordan hacia las ciénagas y demás cuerpos de agua aledaños, subiéndoles el nivel abruptamente, reventando los entarimados flotantes de la tarulla, que sale en “islas” por las bocas de las ciénagas al mismo Canal del Dique, hasta la Bahía de Cartagena y el mar. En su recorrido entre la boca del Dique y la bahía interna comienza a “tragar” agua salada, y llega moribunda y marchita a las orillas de la urbe. La virtud que tenía en su entorno natural como hábitat de muchas criaturas no sólo lo pierde, sino que afea a la Cartagena urbana, pero peor aún, le trae muchos de sus “habitantes” -culebras y otros bichos de sangre fría y caliente- que como mencionamos, viven en estas “islas” flotantes para tener donde asolearse y no morir de frío y hambre en la tierra firme anegada. En una época lejana esta sería una de las maneras de la naturaleza para “poblar” otros lugares, pero hoy pone en peligro a los habitantes de la ciudad, especialmente a quienes caminan por las orillas de los cuerpos de agua, incluidos los paseos peatonales. Suponemos que las autoridades de la salud acumulan una buena provisión de suero antiofídico para cualquier emergencia. Pero además, el Distrito debería instar a las compañías de aseo a recoger la tarulla de inmediato, ya que no sólo afea el entorno, sino que pone en un peligro muy palpable a la población. Vista así, la tarulla es una “culebra” para Cartagena.
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