Editorial


La tragedia del Canal del Dique

La dureza de los veranos y la pobreza de los inviernos de varios años le dieron al Canal del Dique una imagen decadente, con bancos de arena para encallar remolcadores y planchones, alimentados por la erosión desaforada de la cuenca del río Magdalena aguas arriba de su embocadura en Calamar.
Para terminar de humillarlo, la sequía del verano pasado traída por El Niño lo rebajó a balneario inocuo de los pueblos ribereños. Sobre su cauce seco, en vez de caimanes asoleándose, había bañistas y vendedores de “bolis”.
Pero llegó La Niña y lo demás ya lo conocemos: un país de aludes de barro y rocas sobre comunidades; los campos, pueblos y barrios inundados con sólo los techos y paredes superiores de las casas fuera del agua, miles de personas en desbandada hacia tierra alta cargando sus corotos, y un Gobierno Nacional solícito, pero con poca capacidad para actuar. Los alcaldes de los pueblos afectados -especialmente los rurales- están peor.
Pero la sorpresa mayor del invierno en la Costa Caribe fue la salida de cauce del Canal del Dique por un lugar inesperado. En la red circula una versión mediante la cual la rotura de la bancada de la carretera que defendía al departamento del Atlántico del Canal del Dique se debió a un factor principal: un finquero retiró un tubo entre el Canal y su finca y no tapó bien la zanja, por donde luego supuestamente se inició el torrente que convirtió al sur del Departamento en una ciénaga inmensa, y a sus habitantes, en desplazados.
También anegó la carretera de La Cordialidad entre Arroyo de Piedra (Atlántico) y la represa del Guájaro, impidiendo el paso de vehículos a Bolívar, por lo que Invías intenta elevar la calzada con un relleno.
Según la versión mencionada, el gobernador Verano no oyó a quienes le advirtieron de la debilidad en la bancada, y aseguró que el departamento del Atlántico estaba blindado contra el Canal del Dique, que ya había hecho desastres similares años atrás, y abierto el boquete por el mismo sitio. La confianza entendible del Gobernador se debería -como lo dijo en la televisión- a que la carretera tenía más de un metro de altura sobre el nivel del Canal del Dique. A simple vista, no era previsible que se rompiera allí.
Las versiones iniciales de cualquier suceso, como la que circula en Internet, ayudan para analizarlo, y en el caso del Canal del Dique hay una verdad mayor, anterior, y ahora, más que palpable: si estuviese construida la estructura de control y compuerta en Calamar, como debería estarlo desde hace varios años, el agua del Canal del Dique no se hubiera metido al sur del Atlántico ni hubiese inundado ninguno de los demás pueblos de su ribera. Este desastre –entre otras cosas- dejó claro que el Canal es asunto de Atlántico y Bolívar por igual.
Ahora la pregunta obligada es: ¿quién responderá por los ocho años preciosos perdidos para hacer las obras que se necesitaban en el Canal del Dique, incluidas las que hubieran evitado buena parte de los estragos por sus inundaciones en 2010?

 

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