Editorial


La varada del puerto

El puerto de Cartagena tiene varias amenazas, entre ellas el Canal del Dique, cuyas obras siguen demoradas por una y otra razón, como si espíritus perversos metieran la mano. Mientras tanto, sigue entrando sedimento a la bahía de Cartagena las 24 horas del día, 365 días al año. A este paso, muy pronto no habrá bahía navegable.
El “soncontrón” más reciente contra los ya 55 muelles privados de Cartagena, es decir, el alma comercial de la ciudad portuaria, es –en esencia- que el dragado del nuevo canal del Varadero está varado porque hay intereses poderosos que se le oponen. Este canal no es un embeleco, sino una necesidad para que los trancones que conocemos en tierra no se trasladen a la bahía, que ya tiene atrasos en la entrada y salida de barcos.
Según la veterana compañía Moffatt & Nichols, que corroboró lo que cualquier tonto puede notar si se parara en la playa de Bocachica, a la bahía no le alcanza con un solo canal navegable, sino que necesita, por decirlo así, una doble calzada: un canal de entrada y otro de salida.
Esta doble vía tiene que tener 19,5 metros de profundidad y 477 metros de ancho, o puede haber dos canales separados, cada uno con la misma profundidad y un ancho mínimo de 200 metros.
Esta última es la situación prevista para Cartagena, entendiéndose que Varadero manejaría los barcos más grandes y de mayor calado, y Bocachica de quedaría con sus 15,25 metros de profundidad para los barcos menores. Con organización, estos dos canales le servirían bien al puerto durante muchísimos años sin trancones.
Recientemente -¡y por fortuna!- el contralmirante Ernesto Durán, director de la Dimar, sacó un conejo de su gorra al anunciar que el canal de Bocachica, cuyo límite de profundidad se había establecido en 15,25 metros, se podría dragar hasta 19,5 metros y ya tendríamos al menos uno de los canales que necesitamos mientras se resuelven los problemas para dragar Varadero, el otro “carril” indispensable.
Esta solución no evitaría el trancón de barcos dentro y fuera de la bahía, pero por lo menos permitiría entrar y salir a los barcos de 12.000 contenedores y mayores, ya anunciados para recalar en la ciudad y que hoy no tienen cómo entrar.
Dimar, sin embargo, que se apoya en el CIOH (Centro de Investigaciones Oceánicas e Hidrológicas) no ha dado mayores detalles técnicos de la intervención en Bocachica, o al menos no los ha hecho públicos, lo que esperamos ocurra cuanto antes.
Bocachica necesitaría protección especial para que el oleaje de los barcos no erosione las bases de los fuertes, y para que el talud del canal no se derrumbe, lo que podría llevar los monumentos al fondo del mar.
Menos mal que el presidente Juan Manuel Santos estará hoy en la ciudad para que se entere del problema de primera mano y le dé el impulso requerido para solucionarlo de inmediato.

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