La Avenida Venezuela es uno de los espacios urbanos más lindos de la ciudad, recuperado cuando aún se pensaba en grande alrededor de Transcaribe, incluyendo que el proyecto de transporte masivo sería el pretexto para modernizar la ciudad y convertirla en un paraíso de remodelación y amabilidad urbana.
Pero en los tramos sucesivos –después del de la Venezuela y de allí hasta la entrada de Bocagrande-, se volvió más mezquino el proyecto a medida que los costos subían y la financiación escaseaba, hasta que los demás tramos se convirtieron en lo que son hoy: una caricatura de lo que deberían haber sido. Y aun así, Transcaribe le ha cambiado la cara a la ciudad, mejorándola, por dondequiera que ha pasado.
Pero apenas ha sido concluida cada nueva etapa, han surgido invasores y abusadores del espacio público “recuperado”, pareciendo a veces que hay un esfuerzo concertado por degradar lo mejorado a como dé lugar, como si ese fuese el objetivo verdadero de la colectividad: dañar en vez de cuidar y conservar
Riñe esta actitud con el espíritu envidiable de la ciudadanía antioqueña con cada nuevo proyecto de interés público, cuyo emblema es el Metro de Medellín y últimamente, los teleféricos que alimentan esta línea desde los barrios más pobres, como Santo Domingo Savio, un sector con fama de violento que también cuida su equipamiento urbano con mucho celo.
La ciudadanía atiende estos equipos y están relucientes, como si los acabasen de estrenar, mostrando así su orgullo ciudadano. Le iría muy mal con la gente a quien arrojara una basura al suelo allí, o le hiciera cualquier daño a cualquier parte del Metro. Sobra lo que falta aquí: el sentido de pertenencia que les brota por los poros a los habitantes de Medellín y en general, de Antioquia.
Si en Cartagena hubiese que escoger la antítesis del Metro de Medellín y lo que representa para su ciudadanía, tendría que ser Transcaribe, y más concretamente, la Avenida Venezuela, cuyos ocupantes legales fueron indemnizados y los demás retirados, pero para nada, porque ahora está convertida en un muladar por ventas informales nuevas, cada vez más estacionarias y menos ambulantes.
Y como bien lo dice Adelfo Doria, gerente de Espacio Público, para que haya ventas informales se necesita clientela que compre sus productos, pero también, se necesitan bandidos que les provean con mercancía, mucha de contrabando, y los exploten como mano de obra casi esclava.
Sanear la Avenida Venezuela es una batalla que el Distrito no puede perder, entre otras cosas, porque sería un delito -¿peculado a favor de terceros?- haber gastado dinero en recuperarla, para luego dejarla invadir de nuevo. Ahora comenzará la cantaleta de todos los años, de declarar una especie de amnistía ya imposible hasta fin de año para que los vendedores informales y sus proveedores hagan su negocio.
La Avenida Venezuela necesita mucha autoridad, pero también todas las “ías” para que determinen quién es el poder detrás del trono de la ilegalidad y proceder en su contra con firmeza, para que deje de ser el epicentro de la impunidad en Cartagena
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()