Editorial


Las cifras de la pobreza

Esta semana se revelaron las cifras de pobreza, indigencia y desigualdad en la distribución del ingreso en Colombia, por parte de varios exultantes funcionarios de Planeación Nacional y el DANE, quienes estaban impacientes por darnos la gran noticia: la pobreza bajó del 46% en 2008 al 45,5% en 2009; la indigencia bajó aún más, del 17,8% en 2008 al 16,4% en 2009; y que el índice GINI, que mide la desigualdad del ingreso también se redujo, indicando una leve disminución de la brecha entre ricos y pobres. Los indicadores económicos, por supuesto, son una herramienta que sirve para establecer patrones y aplicar políticas que corrijan las anormalidades y solucionen los problemas, pero no son la realidad, sino una representación de la realidad. En 2006, el Gobierno encontró que la metodología empleada para medir la pobreza, la indigencia y el índice GINI estaba arrojando resultados excesivamente escandalosos y, según Planeación, no ajustados al promedio nacional, y decidió ajustar la metodología de la medición, cambiando la Encuesta Continua de Hogares a la Gran Encuesta Integrada de Hogares, reduciendo la influencia de unas variables y aumentado la de otras, en la formación de la cifra final. En esta metodología, se considera pobre quien vive con menos de 281.384 pesos al mes, y el indigente quien lo hace con menos de 120.588 pesos mensuales. Al margen del método para medir la pobreza, las cifras siguen siendo alarmantes, porque en términos generales, de los más de 43 millones de habitantes que tiene Colombia, casi 20 millones son pobres y 7,1 millones son indigentes, es decir, que 27,1 millones (correspondientes al 63% de la población) viven con menos de 282 mil pesos mensuales, es decir, apenas sobreviven. El ingreso per cápita mensual de los colombianos, según el DANE, cayó en un 2%, pero como los pobres dedican parte de su ingreso a la comida, y los indigentes casi todo, considerando que los precios de los alimentos disminuyeron bastante el año pasado(un 13%), tuvieron que gastar menos y una parte de la población indigente logró pasar a la franja de la pobreza, mientras un grupo más pequeño dejó de ser pobre, lo cual explica la disminución de estas cifras. Pero que cierta parte de la población gaste menos, no significa que se haya reducido la desigualdad en el ingreso, ni mucho menos que la brecha entre pobres y ricos sea un poco menor. Es posible que parte del ingreso de los sectores indigentes provenga de los programas asistencialistas como Familias en Acción, lo cual mostraría que son útiles, pero como un primer paso. Perpetuarlos en lugar de hacerlos evolucionar hacia proyectos productivos, con oportunidades para que los productos y servicios surgidos de estos proyectos se comercialicen, no haría otra cosa que frenar los logros, aunque sean leves, en la disminución de la pobreza en Colombia. Aquí si se aplica el viejo adagio de enseñarle a pescar a los pobres en lugar de regalarles pescado.

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