Editorial


Las elecciones en Venezuela

Tras retirarse de la contienda electoral de 2005, argumentando la falta de garantías, la oposición venezolana regresó ayer a debatir en las urnas contra el proyecto socialista del presidente Hugo Chávez, esperanzados en conseguir un buen número de escaños en la Asamblea Nacional, actualmente integrada en un cien por ciento por el oficialismo. La coalición opositora llamada Mesa de Unidad Democrática acude unida por primera vez con el objetivo de frenar los planes de Chávez, dejando atrás sus diferencias (más formales que sustanciales), que le han impedido convertirse en una alternativa seria de poder en el país vecino. Para Colombia, no sólo los resultados, sino el desarrollo mismo de las elecciones parlamentarias venezolanas tienen una enorme importancia, por tratarse de nuestros más inmediatos vecinos y ser el país con quien hemos tenido históricamente los lazos culturales, comerciales y políticos más estrechos. Además, el Gobierno de Chávez ha jugado, de muchas maneras, un papel determinante en la evolución del conflicto colombiano, y aunque siga asegurando insistentemente que su país no le da amparo a los grupos armados de Colombia, el presidente venezolano no deja de sugerir, también reiteradamente, su simpatía por lo que el llama “la causa social de los insurgentes”. El cambio de actitud de Chávez en torno a las Farc y a las relaciones con el Gobierno colombiano no puede hacernos pensar con optimismo jubiloso que se acabaron los problemas y que el mandatario vecino, o sus funcionarios más importantes, dejarán de una vez por todas de apoyar a la guerrilla colombiana. Sin embargo, es posible que ante la actitud prudente y diplomática del presidente Santos, Chávez no tenga justificaciones para enarbolar la bandera de confrontación, que antes le había servido como cortina de humo para esconder los problemas graves que sufre Venezuela, como la violencia criminal que golpea a todo el país, especialmente a Caracas; o la inflación del 30% en los últimos 12 meses, el desempleo y la falta de vivienda, problemas que la oposición ha utilizado en su discurso electoral. Seguramente, la coalición opositora no obtendrá la mitad de las curules, como anticipan quienes hablan de polarización del país, pero sin importar el porcentaje de participación que obtenga, habrá un cambio con respecto a la hegemonía chavista actual. De manera que, sin posibilidades de seguir alimentando la confrontación con el Gobierno colombiano, lo que le servía para obtener el apoyo de una buena parte del pueblo venezolano, al presidente Chávez no le quedará otro camino que enfrentarse a sus verdaderos enemigos: los graves problemas que padece su país, y cuya solución exige modificaciones en el rumbo socialista, o al menos, la prórroga de ciertas medidas que conducen a ese objetivo, en una Asamblea Nacional donde se oirá una voz disidente. Colombia tiene razones de sobra para sentirse optimista, empezando porque las elecciones mismas son la evidencia clara de que aún existen principios democráticos en el país vecino, y si la oposición logra buena representación, será difícil la consolidación del pensamiento único que busca el proyecto socialista de Chávez, y que él sueña con esparcir por toda Suramérica.

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