Cuando se acabó el conflicto armado en El Salvador mediante los Acuerdos de Chapultepec, firmados el 16 de enero de 1992 entre el Gobierno y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que pusieron fin a doce años de guerra civil, una de las consecuencias casi inmediatas –además de la paz- fue el incremento desmedido de la inseguridad urbana.
Miles de combatientes habían quedado desempleados y pocos fueron absorbidos por el mercado laboral formal, por lo que muchos se dedicaron a las distintas formas de la delincuencia, entre estas al robo, al atraco a mano armada, a la extorsión y al secuestro. El Salvador logró paz en el campo, pero sus ciudades se volvieron un infierno.
Algunos de los expertos del proceso de El Salvador vinieron como asesores a Colombia y advirtieron de este fenómeno cuando comenzó la desmovilización de las autodefensas, por lo que es indispensable que todo el país haga esfuerzos enormes para emplear a los excombatientes. Darles trabajo a los reinsertados de las autodefensas y de las guerrillas es una de las mejores inversiones para el futuro del país y por lo mismo, para el bienestar de la población, incluyendo muy especialmente a los inversionistas y hombres de empresa.
En muchos sectores de Colombia ya se ve este fenómeno que había comenzado desde el gobierno de Uribe en brotes pequeños que ahora se incrementan, aunque la inmensa mayoría de los desmovilizados y reinsertados son gente de paz. Pero algunos nunca se acostumbrarán a una vida normal, sino que querrán volver al poder que tuvieron alguna vez y buscan cómo avasallar a la población. Algunos trabajan la delincuencia en grupúsculos y otros engrosan las filas de las Bacrim, principalmente dedicadas al narcotráfico.
En el país hay una industria de extorsiones que tiene varios orígenes, siendo muy común la que procede de las cárceles, incluida la de Ternera, en Cartagena. Los malosos se hacen pasar por jefes de organizaciones delincuenciales y llaman a sus víctimas. Luego de pedir artículos que ningún ciudadano de bien puede comprar, como municiones o medicinas estrambóticas, les mandan sus emisarios a cobrar las “vacunas”.
Otros delincuentes comunes rurales tratan de emular el comportamiento de los antiguos “paracos” e inician visitas de extorsión, haciéndose pasar por miembros de cualquiera de las Bacrim más conocidas. Otros, por supuesto, podrían ser de verdad parte de estas bandas emergentes.
En lo que va del año, la Policía y demás instituciones han capturado a 43 extorsionistas en Cartagena. Buena parte del éxito de estas capturas se deben a la información dada por las propias víctimas.
Es indispensable que la ciudadanía denuncie a las autoridades cualquier intento de extorsión antes de que cuaje para que puedan cortarla de raíz. Este mal no se puede dejar progresar, pero las autoridades no lograrán atajarlo sin la ayuda de la gente, que no debe dejarse vencer por el miedo, el gran aliado de los delincuentes de todos los pelambres.
NOTICIAS RECOMENDADAS
Comentarios ()