Editorial


Las fiestas recuperadas

La recuperación de las festividades novembrinas, desde su esencia de júbilo que celebraba la Independencia, ha ido afianzando el sentido de pertenencia en aquellos habitantes de Cartagena que veían esta temporada como un período de vacaciones, que aprovechaban para escapar de la ciudad, descansan en las playas o festejar por su cuenta lo más lejos posible del bullicio. Ahora, gracias a una paciente labor de concientización, quienes les huían a las fiestas están participando en ellas, sobre todo porque ya no se sienten condenados a la barbarie que pasaba por festejo, a los buscapiés explotados en demasía, a la harina arrojada sin consideración y a los diversos proyectiles que eran lanzados sin miramientos contra todos. Este vandalismo era producto directo de la falta de organización, de la indiferencia hacia las tradiciones populares y de la preponderancia exclusivista del Concurso de Belleza. En la época en que comenzó el vandalismo durante los bandos en contra de reinas, carrozas y todo lo demás, cada uno peor que el anterior, se hablaba del carácter elitista del Concurso Nacional de la Belleza, con lo que se pretendía explicar el comportamiento agresivo de la gente a manera de “protesta social”. Desde entonces, la comunidad y la Administración han hecho un esfuerzo importante para democratizar las festividades novembrinas y recuperarlas para toda la ciudadanía. El reinado popular ha cobrado un auge merecido, y todos los medios realizan este año un cubrimiento amplio, que coloca en primer plano la competencia entre las más hermosas mujeres de los barrios de Cartagena, en el marco de una fiesta del folclor y la música. Esta recuperación de la fiesta tradicional se ha reforzado con eventos que ya cumplen varios años y que han sembrado la costumbre de un regocijo con mucha riqueza cultural, como el Cabildo de Getsemaní, el Carnaval de San Diego o el Carnaval de El Socorro. Las Fiestas de Independencia han resucitado y enriquecido la tradición de profundo arraigo popular, y a ese evento de fiesta y recuerdos históricos se le suma el Concurso Nacional de Belleza, que tiene su propia dinámica y sus seguidores, pero que debe ser una parte y no el centro de toda la celebración anual de los cartageneros. Poco a poco, las festividades novembrinas se están convirtiendo en una celebración que combina tradición y modernidad, que amalgama las costumbres actuales con las viejas, enriqueciéndose cada año y garantizando su apropiación popular con una cuidadosa organización participativa y un esforzado trabajo colectivo. Basta una buena dosis organización, voluntad de trabajo y participación comunitaria, para lograr lo que se ha logrado con las Fiestas de Independencia.

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