Editorial


Las motos, o la venta del sofá

El Universal de ayer publicó una noticia acerca del predicamento de los mensajeros en moto, que se quejan de que por ser tratados como mototaxistas, no pueden ejercer su profesión ni ganarse la vida en lo que saben y quieren hacer. Su queja concreta es que no pueden entrar al Centro, donde está la mayoría de sus diligencias (80%), ni pueden trabajar en sus motos el segundo ni el último viernes de cada mes. Tienen que tomar bus y taxi, de su bolsillo, para cumplir con sus obligaciones empresariales. El Departamento Administrativo de Tránsito y Transporte (DATT) otorga permisos especiales de 10 meses para mensajeros (cuestan 62 mil pesos), pero se requiere aportar al DATT una copia del contrato con la empresa, y a la vez, la empresa no firma contrato si el mensajero no tiene el permiso especial. La Asociación de Mensajeros Unidos de Cartagena (Asomenuc) se queja por no tener los mismos privilegios de los mensajeros de Electricaribe y Acuacar, cuyas licencias les permiten trabajar todos los días y entrar a todas partes. Hay otro segmento grande e importante de motociclistas afectado por las prohibiciones provocadas por la población enorme de mototaxistas y por sus desmanes, como son aquellos que tienen moto para su transporte personal y familiar, al igual que otro segmento, este pequeño, de quienes la tienen como segundo vehículo, o por mera afición. Si los motociclistas fuesen disciplinados y cumplidores de las normas de Tránsito, que tampoco obedecen la mayoría de los conductores de buses, taxis y vehículos privados, las motocicletas serían vehículos casi ideales: son económicas, versátiles y contaminan poco. También son la única oportunidad de mucha gente de tener su propio vehículo, así que cumplirían una función social importante si no fuese por el peligro en que las convierten sus conductores atrabiliarios. Aunque las motos son eficientes para los individuos que las conducen, sumadas en cantidades grandes, como las que hay en Cartagena, contribuyen enormemente a su contaminación, por lo que el argumento de que son “ambientalmente amistosas” sucumbe fácilmente ante un transporte público masivo cómodo y eficiente, como espera la ciudadanía que sea Transcaribe. El otro segmento del motociclismo de calles y carreteras, el de las motos de 600 cc en adelante y que podría considerarse de lujo, es otro de los perjudicados por las prohibiciones impuestas como resultado del mototaxismo. Aunque este segmento es marginal, es el que viaja distancias largas en vacaciones y se aloja en hoteles de lujo. Es obvio que el clima de Cartagena es ideal para ser emisor y receptor de esta clase de turismo en motocicleta. Una vez más, la incapacidad presupuestal de las autoridades –y a veces su incompetencia- hace que intenten controlar los problemas puntuales, como el del mototaxismo, con normas generales como las que hemos mencionado, perjudicando a mucha gente “inocente”. Es decir, que las medidas equivalen a la tomada por el marido cornudo para resolver la infidelidad de su cónyuge: vender el sofá.

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