Editorial


Las protestas en las vías

Nada es más odioso para la ciudadanía que le impidan su movilización libre por donde necesite o le plazca andar, bien sean las autoridades o terceras personas quienes pongan el obstáculo. Notamos que desde hace algunas semanas se han incrementado los bloqueos de vías de manera exponencial y cualquier descontento popular degenera en la interrupción de una ruta neurálgica. Es entendible que la gente se aburra de que las autoridades prometan gestiones, obras o acciones de cualquier índole y luego las incumplan, especialmente cuando los quejosos no encuentran quién les dé la cara ni les resuelva sus inquietudes. La hemorragia de tomas de vías de los últimos días ha incluido a grupos de desplazados, insatisfechos porque aseguran que Acción Social no les cumple; los trabajadores suministrados a Seatech, por supuestos despidos masivos; los invasores del Cerro de Albornoz y los moradores del barrio vecino, porque desalojaron a los primeros y afectaron a los segundos con gas lacrimógeno. En el sector Camino del Medio, protestaron por fallas prolongadas en la energía; en El Espinal, porque llevaban 4 días sin luz (iban a incinerar llantas próximos a una estación de gasolina frente al Fuerte de San Felipe); y en la vía principal de Nuevo Bosque, porque llevaban más de 20 horas sin energía. En el barrio Canapote, bloquearon una vía porque se inundaron severamente con un aguacero; algunos obreros de los contratistas de Transcaribe protestaron por el atraso en el pago de sus sueldos; y los mototaxistas protestaron por las restricciones del DATT. Quien haya soportado un corte de energía prolongado sabrá la desesperación que se llega a sentir sin poder encender un ventilador, o la desazón que causa que la comida se dañe dentro de un refrigerador apagado. Y ni hablar de que no le paguen los salarios a quienes se los han ganado. La frustración que impulsa a mucha gente a pasar a las protestas callejeras con corte de tráfico se entiende, pero nada puede justificar que le violen los derechos a la demás gente, con urgencia diaria de moverse por la ciudad para trabajar, ir al médico, llevar un niño al colegio, atender cualquier emergencia, o simplemente, porque le place hacerlo. La interrupción del tráfico no puede ser aceptada como una protesta social viable, como tampoco que la indiferencia o la ineptitud oficial les cause perjuicios a grupos de personas, o a individuos. Las invasiones también parecen aumentar, siendo la más reciente la del Cerro de Albornoz, ya mencionada. Según algunas fuentes de El Universal, el de las invasiones es un movimiento bien organizado, con líderes experimentados y reincidentes como invasores, dueños de lotes obtenidos así, que conocen cómo opera la Policía y tratan de desgastarla. Las autoridades deberían organizar una “fuerza de tarea” social para atender las peticiones justas de la gente antes de que lleguen a las vías de hecho, pero cuando estas ocurran, la respuesta tiene que ser firme, no sea que prolifere el chantaje a toda la población para resolver los problemas de algunos.

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